La palabra

Y de las ideas. Que la palabra dicha, oída o escrita ha sido la señal más palpable de la existencia de nuestra Humanidad creo no es discutible; la misma Biblia dice — “al principio era el Verbo...” —, lo que establecen también otras religiones; las palabras ayudan a dominar lo que nos rodea. Pero a la palabra han de acompañarla necesariamente las ideas; la palabra simple, sin ideas, es como una avellana hueca y vacía, no vale nada. Desgraciadamente hoy en día abunda mucho la palabrería sin contenido ni sentido alguno salvo la mala intención de confundir y ensuciar cualquier discurso razonable. Hay simples que reniegan de la palabra, que desconfían de la misma considerándola mero engaño, que les parece una pérdida de tiempo especialmente ese juego de palabras a veces jerga incomprensible manejada por pocos y que no les soluciona sus problemas. Hay simples que todo lo arreglan a bofetones, con bravuconerías, huelga para ellos la palabra y hay palabras que no hacen más que animarles en estas actitudes, en la descalificación de la palabra por inútil. Palabra contra palabra. Y no hablemos del valor de la palabra dada.