La otra Semana Santa

Son muchos los que piensan que esto de la Semana Santa se ha convertido en algo más cercano al folclore que a la religiosidad, y me gustaría mostrar mi desacuerdo. No hay duda de que depende de las vivencias de cada uno, porque además está respaldado por la Constitución y las leyes. La libertad religiosa y de culto está garantizada por la Constitución y la Ley Orgánica de Libertad Religiosa que establecen el derecho de toda persona, entre otros, a profesar las creencias religiosas que libremente elija o no profesar ninguna. O sea, vivimos en un país laico donde se defiende o favorece la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente, es decir, de forma independiente, o en su caso ajena a las confesiones religiosas. Alguna vez he dicho que no he sido nunca cofrade, aunque religioso y “practicante”, según el color del cristal con que se mire. Hace unos cinco años tuve la suerte de conocer a un grupo de jóvenes cofrades ejemplo de humildad, esfuerzo, sacrificio, devoción y cariño que sacan adelante una cofradía en silencio y con trabajo permanente y constante. El viernes santo he vuelto a ver a su Cristo colgado de la cruz y me ha dado la oportunidad de sentirlo dentro, de emocionarme de nuevo y tratar de enmendar mis errores. El en un instante ha llenado mi Semana Santa.