La otra política

19 ago 2019 / 11:18 H.

Habituados a la política de confrontación, a los rifirrafes entre contrarios y a los dimes y diretes a veces faltos de sentido, surgen excepciones que confirman la regla y ejemplifican una labor necesaria en los pueblos y ciudades. Nada tienen que ver los plenos municipales de Lupión, Jabalquinto, La Guardia o Linares con los que se celebran en el Ayuntamiento de Escañuela. Es el único de los noventa y siete que conforman la provincia que no tiene oposición. Francisco Javier Sabalete Pancorbo, afiliado al Partido Socialista desde 1994, se convierte en el alcalde más envidiado por todos. Los siete concejales que conforman el salón plenario pertenecen a la fuerza política con la que se presentó, por séptima vez, a las elecciones municipales. Es la otra cara de la política, la que se encuentra en peligro de extinción, sobre todo, desde que está de moda la fragmentación.

Los censados tuvieron la oportunidad de elegir en las urnas, el 26 de mayo, entre el Partido Socialista y el Partido Popular. Dos candidatos se presentaron, en esta ocasión, a la Alcaldía. Hubo mandatos en los que nadie se atrevió a dar el paso de plantar cara a un alcalde que se estrenó en el cargo en 1995 y que, veinticuatro años después, continúa con la ilusión intacta. No solo fue, otra vez, el más respaldado por sus vecinos, sino que logró reunir todos los apoyos necesarios para conseguir los siete escaños que le pertenecen por población. Ni una tos se escucha en unos plenos convertidos en reuniones de amigos a los que todos llegan con los deberes hechos.

Francisco Javier Sabalete es, además, uno de los dirigentes más veteranos de la provincia, no por la edad que figura en su carné de identidad, sino por los años que se mantiene en esto de lo público sin dar un escándalo. Recuerda aquel invierno de 1994 cuando, mientras recogía aceituna, recibió la invitación para encabezar la lista con la que el Partido Socialista se presentaba a las elecciones. Había colaborado con el Ayuntamiento en la organización de las fiestas y alguien, con muy buen ojo, lo fichó para dirigir las riendas de su tierra. Maestro de profesión y padre de dos hijos, siente el apoyo de su familia desde el primer minuto, un empujón fundamental para poder plantar buena cara al mal tiempo en unos años que no fueron fáciles. Recuerda los peores años de la crisis como un sinvivir. Ser alcalde de un pueblo con mil habitantes, trabajar a un minuto de la Alcaldía y vivir a unos cuantos metros del Ayuntamiento hace que sus vecinos tengan a Francisco Javier Sabalete al alcance de su mano las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Lo mejor, sin lugar a dudas, es poder resolver los problemas de la gente en un abrir y cerrar de ojos, sin más trámites burocráticos ni trabas administrativas que se precien. Lo peor es no poder solucionarlos porque a veces la respuesta no está al alcance de su mano. Así, una legislatura tras otra. Nunca cobró dinero del Ayuntamiento de Escañuela y tampoco dejó de dar clases como maestro. Compagina la Alcaldía con su trabajo por amor a su pueblo, una labor en la que cree firmemente y a la que no renuncia por nada en el mundo, al menos, de momento.

Vive cada cita electoral como un examen de reválida y, a tenor de las circunstancias, aprueba siempre con nota. En 2007 fue la primera vez que gobernó en solitario y esta es la tercera ocasión que repite experiencia. “Esto nos carga de mucha responsabilidad, no podemos dejar a nadie atrás”, repite como un mantra. Hay ocasiones en las que los plenos municipales son tan aburridos que ni siquiera hay público para poder explicar las gestiones realizadas. La oposición son los vecinos, quienes marcan el rumbo de un pueblo totalmente transformado. Es otra forma de hacer política, un ejemplo para quienes creen en su tierra.