La otoñada

    10 oct 2019 / 08:53 H.

    Comienza la otoñada. Tiempos inmemoriales subordinados al viejísimo ciclo de la vida, que se evidenciaba en la declinación solar, los cambios del tiempo y los de plantas y animales y desde luego los subordinados de las labores agrícolas y ganaderas. Tiempo que culminaba la obtención de las cosechas tardías, la vendimia principalmente, y la preparación de la tierra muerta para su posterior resurrección en promisorias bendiciones. Y la finalización que empezaba con la campaña aceitunera y enlazaba el invierno. Por estos tiempos se habían cubierto las ganancias esperadas de las estaciones anteriores y se almacenaba en previsión de las posteriores. De ahí las coincidencias de tanta fiesta, feria o romería, meras respuestas humanas a las necesidades humanas, al desahogo de la ansiedad retenida, al estallido de la alegría por haber sobrevivido, a la voluntad de compartir o de negociar, de aprovechar las faltriqueras sobradas (o no) de sonoros doblones; también de olvidar el tiempo muerto inmediato, la carestía hasta la llegada de la aceituna. Plegarias y cohetes, caballeros y peones. Feria.