La OPA postergada
El mapa bancario español de finales del pasado del siglo XX estaba compuesto por dos tipos de entidades muy diferenciadas entre sí. Por una parte, existían múltiples bancos de implantación regional y nacional que operaban bajo criterios de rentabilidad de sus servicios financieros, y por otro lado había una profusión de entidades sin ánimo de lucro e interesadas en cumplir una función social importante que eran las cajas de ahorro pequeñas y medianas con fuerte arraigo y presencia regional. En los últimos cuarenta años hemos visto cambiar esa dispersa estructura de la banca en España de una forma rápida y progresiva hasta llegar al modelo actual caracterizado por la presencia de grandes bancos que son el resultado de un proceso de fusión y absorción de las entidades originarias. Este proceso de concentración se ha realizado siguiendo pautas no siempre coherentes porque han dependido del objetivo que se pretendía conseguir que unas veces consistía en incrementar la dimensión del negocio a nivel territorial, otras determinadas por el interés político de las diferentes administraciones que incentivaban los procesos de fusión si ello convenía a sus intereses partidistas y otras debidas a la necesidad de cubrir la débil situación financiera de alguna entidad que al final era absorbida y desaparecía.
El objetivo común que se pretendía obtener en todas las fusiones era tener un tamaño mayor, reducir costes y conseguir más eficiencia, pero siempre la injerencia y las presiones políticas estuvieron y están presentes en todos los procesos habidos y por haber.
La Caja de Ahorros de Ronda, presidida por D. Juan de la Rosa había llegado a ser la mayor caja de ahorros de Andalucía. Las cajas andaluzas comenzaron el proceso se fusión por iniciativa de la Caja de Ronda con la absorción de las Cajas de Cádiz, Almería, Antequera y Málaga formando la denominada Unicaja allá por 1991. Este debió ser el modelo a seguir para lograr la gran Caja o Banco único en Andalucía, pero las presiones políticas mal encaminadas, las excepciones por motivos eclesiales y los recelos intrarregionales abortaron el proyecto que quizás alguna vez existió en el tiempo en que fue Consejera de Hacienda la señora Magdalena Álvarez, que no supo, no pudo o no le dejaron hacer ese proyecto, por la descabellada idea de que fusionar las cajas suponía ‘quitar muchos pesebres’ —palabras textuales de un político de la época— y eso no era permisible según el criterio de los ‘apesebrados’ dirigentes. El resultado de esta inmensa ceguera es que a finales de siglo había seis cajas de ahorros en Andalucía —Cajasur, Caja de Jaén, La General de Granada, Caja San Fernando, El Monte de Sevilla y Unicaja— y todas ellas excepto Unicaja fueron cayendo en manos ajenas a Andalucía. La caja de Jaén se fusionó con Unicaja. Cajasur en bancarrota por el ladrillo no quiso fusionarse con Unicaja, fue intervenida por el Banco de España y acabó absorbida por Kutxabank. La General de Granada acabó integrada en el Banco Mare Nostrum, que luego paso a ser Bankia y después Caixabank. Las cajas de San Fernando y Monte de Sevilla fueron absorbidas por Caixabank. Como se puede observar, no hubo ningún problema en que todas las entidades financieras andaluzas, excepto Unicaja, terminasen en manos de entidades catalanas y vascas. Eso al parecer es bueno, no implica una reducción de la competencia, no tiene impacto regional y político y por supuesto no afecta al desarrollo económico y social, ni al empleo, ni siquiera a las posibilidades futuras de Andalucía. Sin embargo, ahora es necesario señalar que la OPA del BBVA al Banco Sabadell sí es una inadmisible reducción de la competencia, si tiene gran impacto regional y político, sí implica cierre de oficinas y destruye empleo y por supuesto aumenta en exceso la concentración bancaria. Por esa razón digamos que por ahora ha sido postergada.
¿A nadie se le ocurre pensar en la incongruencia de esta decisión con el camino seguido hasta la fecha y las directrices de la Unión Europea? La única realidad es que Banco Sabadell es catalán y eso lo explica todo. A buen entendedor pocas palabras bastan.