La olla podrida

06 feb 2019 / 12:05 H.

Compadezco a quien ejerce de cocinero frente a su propia inutilidad de no saber siquiera cómo sazonar comidas que se muestran básicas en lo cotidiano, si bien los potenciales comensales, ávidos en lamer migajas sobrantes, son capaces de alabar lo infructuoso de su ejercicio; repudio al religioso que se oculta tras la máscara del cristianismo y carece de actitud legal —y aptitud—, cayendo en lo más bajo y repudiado del ser humano, cometiendo actos que con golpes de pecho califica hipócritamente de impuros, vistos en los demás, sin verlos reflejados en su propio “yo” de maldita natura; me asquea el político asfáltico con tufo a olla podrida, que mete la mano en la bolsa y se disfraza con discreta corbata en medio de su asquerosa verborrea travestida de formalidad; me produce la náusea también quienes pretenden representar a su pueblo a través de una ficticia alcaldía, dirigiendo un ayuntamiento sin ser capaz de poner orden en su propia casa: hoy de izquierdas, mañana de derechas, con tal de edificar sobre su maloliente defecación el edificio de su descalabre personal, aquel inepto que reparte prebendas a cambio de votos, repugnante su actitud sin prever que una vez fuera del “carguillo, Manolillo”, la presunta lealtad de sus “feligreses” reclamarán justifica para asfixiarlo en sus propias heces acumuladas. Menos mal que no me siento representado por ningún alcalde ni alcaldesa ni “filipense de Vinuesa”, que diría un célebre hacedor de letras. Porque solo se representa a sí mismo quien ha hecho de su vida un viaje, el ser ciudadano del mundo te permite, entre otras enriquecedoras cosas, conocer para comparar y empequeñecer a quien se cree diestro de su propia torpeza. Mi alabanza, no obstante, y esta sí, con mayúscula, a la labor callada, formal, cauta, prudente, sencilla, honorable, entrañable, necesaria, humilde, responsable, humanitaria y loable de esos señores y señoras que ejercen profesiones que son mucho más que eso, a esos mineros, bomberos, personal sanitario, personas civiles, guardias, camioneros, obreros, policías... que son capaces, como en el reciente caso del niño que cayó en el pozo, de poner en riesgo su propia vida para salvar la de los demás. Chapó, señores, chapó.