La noche estrepitosa

    26 oct 2023 / 10:16 H.
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    Cuando la tarde se dejaba caer sobre el quieto horizonte de los sueños y el sol había dejado sus tonos amarillos, escondidos detrás de los tejados, la luna aún esperaba despertar entre los grises con que se había pintado el liso firmamento, y las claras estrellas se ocultaban inquietas.

    La luz se fue apagando levemente con el son del paso acompasado del tic-tac, casi imperceptible. Volvió la noche con su oscura mantilla, hecha de nubes negras, el otoño se dejaba notar en los jardines, en el agua apagada de la fuente, que había detenido su canción de sonoras notas melodiosas. En el camino solitario entre las piedras que nadie recorría, en las viejas veredas del callado Calvario. En las aceras una alfombra amarilla de hojas secas cubría el pavimento, entre los adoquines un charquito reflejaba la noche. La ligera llovizna de gotas transparentes había regado el alto verde que habita en las palmeras. Y se había colado por rejas y balcones y detenía sus pasos en los claros cristales.

    De repente, la suave brisa que bailaba con la tarde serena, sin apenas sentir que se mudaba transformó su mirada y como enloquecida, comenzó a girar sobre la noche que había despertado de un sueño inesperado. El vendaval cubría la ciudad alocadamente colándose en ella en muy pocos segundos, el viento había desatado su vestido y corría de aquí para allá sin ningún miramiento.

    Su fuerte ulular se escuchaba mientras las palmeras de la plaza parecían querer llegar al suelo, agitándose fuertemente como si estuvieran muy enfadadas. El vendaval había sacado todas las servilletas que volaban como si de una “petalada” se tratase. Yo me encontré con él allí en la plaza, sin casi poder abrir los ojos, de la fuerza con la que volteaba las cosas dejándolas en suspensión. Su canción se escuchaba, sin cordura ni juicio, y su extraño compás hacía vibrar el bronce que tienen las campanas en una melodía de metálicos sones desordenados. La noche estrepitosa volaba con el viento, en el jardín la rosa no podía ya sostener sus pétalos de dulce terciopelo y lloraba intranquila, el viento volteaba su esbelta figura que parecía caer sobre la tierra oscura, mas al llegar la aurora el día venció al viento, despertó la bonanza. El céfiro volvió con sus dulces arrullos y la mañana se levantaba en calma.

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