La niña del parking

    28 may 2023 / 09:00 H.
    Ver comentarios

    Sentada en el suelo, pides monedas para comprar los pañales al niño. Para bañarle con besos de armiño. Para abrazarle y mirar las estrellas, que te iluminan y no cobran al verlas, y arrancan la risa de tu cariño, delgado, pobre y condenado a niño, sentado en el suelo que pide monedas, para mirar con su madre las bellas estrellas que le señala en el cielo. “Madre, si hay Señor, que ponga monedas, de noche, a escondidas, en nuestro suelo. Que no come nadie de las estrellas de Dios. Que yo contra Dios me rebelo”. Sentada en suelo pides y ruegas monedas pequeñas que te hagan feliz, y que al niño le sirvan para reír.

    Debajo del techo de las estrellas, sentada en el suelo pides y esperas, que un santo aparezca, y te lleve a un lugar donde nadie te mire como un lunar, de miseria ocultada tras las ruedas. Y a la vez le sonríes feliz al niño solo que solo te tiene a ti para crecer en tierras perdidas de Dios, alejadas del corazón dulce de la abuela. Allí donde vivieron los vampiros buenos. Ya pronto dirá sus primeras palabras dedicadas a ti. Ya pronto logrará pensar y llorar en tu pecho y aguantar un día más hasta reventar y gritar suavemente en tu oído: ¡No hay Dios Madre! no puede haber Dios Madre. Mientras tú pides y pides y pides... y las miradas heladas recibes de los hijos de Dios, ¡sus hijos, Madre!

    ¿No tienen madre esos hijos del Padre?

    Articulistas