La mujer es libre

    18 mar 2024 / 09:10 H.
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    Siempre he sido amante de las novelas románticas ambientadas a finales del siglo XVIII y principios del XIX. He admirado a esas mujeres elegantes de clase alta con vestidos largos y faldas amplias confeccionados con seda y satén que cubrían las enaguas y crinolinas. De corsés ajustados bajo la tela elegante que realzaban la figura femenina. Guantes, sombreros y joyas bellísimas diseñados para deslumbrar.

    Reconozco que debía de ser una esclavitud esa costumbre de agradar a todos, esa manía social por comparar el cuerpo de la mujer con una obra de arte que se coloca en un lugar privilegiado para que nuestros invitados la admiren; pero no tuvieron en cuenta que una obra de arte no envejece con el paso del tiempo, por el contrario, aumenta su valor. Nosotras en cambio hemos caído en un abismo de culto al cuerpo, de tiktoks e instagrams, que hace las funciones de corsés, enaguas y crinolinas. Me pregunto si problemas tan graves como trastornos de la alimentación o la obsesión por supuestos defectos físicos —trastorno disfórmico corporal— son recientes o ya existían en “Sentido y sensibilidad” o “Cumbres borrascosas”. Subjetivismo e idealización en estado puro, un chorro de miel sobre una realidad social que nada tenía que ver con las novelas románticas de Jane Austen y Emily Bronte, dos autoras que dominaban como nadie el mundo de las emociones.

    Resulta paradójico que en una época en la que una mujer no podía expresar sus sentimientos y anhelos, en que la mayoría de los matrimonios se realizaban por conveniencia, naciese este género literario. Tal vez, o precisamente debido a ello, como si de una rebelión se tratase, las féminas devoraban historias que con toda seguridad ellas nunca vivirían.

    En la actualidad todo es diferente, las mujeres somos libres para caminar solas durante la noche mientras volvemos a casa y si alguien nos agrede, si acaso algún abuso sucede, tenemos a toda la sociedad de nuestra parte. A nadie se le ocurre pensar que nos lo hemos buscado. Estaríamos de acuerdo en que se trata de un delincuente que debería estar encerrado en lugar de esconderse como una fiera para atacar a sus víctimas, para coger por la fuerza lo que no es capaz de conseguir por sí mismo.

    Cualquiera entiende que una mujer es libre para marcharse con un chico a su casa — con los que le apetezca— y después pueda arrepentirse, puede que incluso decida irse y —los chicos— en lugar de solicitar un medio de transporte para llevarla a casa, le ofrezcan una última copa. A la mañana siguiente todo es confuso y espeso. La mujer sospecha y denuncia y declara. Nadie supone que la mujer miente y quiere fastidiar la vida a esos pobres muchachos para los que —una noche de juerga— se ha convertido en un infierno. Menos mal que la sociedad ha cambiado las costumbres machistas de épocas pasadas y reconoce el derecho de una mujer a decir NO en el momento que quiera.

    Hay quienes sienten rechazo por las mujeres valientes; las que se atreven a denunciar una violación por humillante que resulte, las que denuncian el sometimiento y el maltrato al que las someten sus parejas; pero son ellas las que conducen el bulldozer que construye la autopista para que las demás solo tengamos que dejarnos ir.

    Existe igualdad de derechos y de oportunidades; por esa razón hay quienes piensan que marcar un día en el calendario para reivindicar el derecho de la mujer a vivir y a ser como a ella le parezca no tiene ningún sentido. Hay hombres que se sienten amenazados ante la valentía femenina de exigir su sitio en la sociedad, no de pedir educadamente, pues se acabó el tiempo de ser educadas. Así no avanzamos y se nos escurre el tiempo entre las grietas de la piel. ¡Qué pasará entonces con nuestras hijas, con las hijas de nuestras hijas! Yo no quiero que mi niña lea novelas del romanticismo, quiero que tome decisiones, que se atreva a vivir y a ser como le parezca sin que ningún hombre le diga, le prohiba, ni le ordene.

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