La mosca detrás de la oreja

    21 jun 2020 / 10:33 H.
    Ver comentarios

    Vamos a entrar en una incierta etapa de esta pesadilla recurrente que vivimos y a la que se supone estamos preparados para asumir en esta inédita coyuntura que ha venido a llamarse la “nueva normalidad”, que cuando menos resulta inquietante, pues contempla tantas luces como sombras, muchos cabos sueltos y demasiadas incógnitas. Al margen de lo que cada uno piense de estas realidades prefabricadas, dependiendo de las dosis de optimismo o pesimismo que cada uno disponga, seremos sus protagonistas y sus espectadores. Si hemos aprendido algo de este tirón de orejas que nos ha dado la naturaleza a los seres humanos de ilusa superioridad, solo el tiempo nos lo mostrará con la sinceridad de su espejo mágico. En el ámbito español, ya sabemos y hemos constatado que, para pesar de todos aquellos que creemos en la democracia, la clase política en general y la monarquía en particular quedaron dañadas, aún no sabemos sortear los escollos que surgen ante este parlamento que presumimos nos representa, seguimos abanderando esa predisposición cainita que los españoles aceptamos como algo congénito, personal e intransferible, volvemos y resucitamos en aquellas circunstancias que nos desbordan, a las españas ciegamente enfrentadas. Y de esta guisa no podemos ofrecer un futuro prometedor que infunda esperanza a nuestros hijos y un merecido y protegido descanso a nuestros mayores, a los unos los estamos abocando al descreimiento más nocivo y estéril, al sálvese quien pueda, a la ley de la selva, y a los otros, los que ya vivieron sus penas, esfuerzos y alegrías, los estamos olvidando en un triste desconsuelo. El Gobierno delegó en parte a las comunidades autónomas la asunción de esta realidad presuntamente normalizada, y todos, amén de los profesionales sanitarios y la OMS, apelan a nuestra responsabilidad para combatir a este nuevo “bicharraco” que ha venido a convivir con nosotros en mala armonía y que anda escabulléndose como el cocodrilo del Pisuerga. En cuanto a cómo sepamos administrar justamente nuestra responsabilidad individual, va ser difícil establecer una tabla de baremación homogénea, es más, ante las evidencias constatadas, creo que va ser imposible, a riesgo de ser un tanto pesimista, porque es de suponer que la responsabilidad es un concepto que fluctúa con distinto rigor de un individuo a otro. La cautela nunca es mucha, pero habrá prójimos que se sentirán desprotegidos, casi de una manera enfermiza, de la dudosa responsabilidad de otros, y se harán vigilantes “in pectore” de lo propio y ajeno, igualmente habrá otros que mantendrán sus temerarios criterios y su irresponsabilidad manifiesta por encima del bien general, unos pensarán que estos procesos son demasiado apresurados y otros, que ya iba siendo hora de dejar de alarmarnos. Como siempre, habrá que echarse el nivel de albañilería en el bolsillo, no vaya a ser que el muro de protección nos salga torcido. Lo que sí creo es que tanto los más osados como aquellos más cautos, seguimos teniendo la mosca detrás de la oreja. Muy mosqueados.

    Articulistas