La mejor historia

22 ene 2020 / 10:05 H.
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En la vida hay quienes están indecisos, sentados en un banco del paseo, cuando pasa delante de ellos una corriente de éxito que los absorbe y se los lleva casualmente, haciéndolos parte de la historia que escribe ese éxito. Hay otros que abrigan en su mente y en su corazón triunfar en aquello en lo que creen y aman. Y no regatean el mínimo esfuerzo ni sacrificio en ofrecer lo mejor de sí mismos para conseguirlo. De esta raza fue Vicente Cardoso, nacido en Madrid en 1933, y que al principio de los años 50 fichó para defender la meta del Martos. En la temporada 1955-56, recién descendido el Real Jaén de Primera División, Ramón Calatayud asumió la presidencia con el serio compromiso de alcanzar de nuevo el ascenso. Vicente Cardoso firmó en aquel nuevo plantel en el que el canario Ortega fue el guardameta titular imprescindible... hasta que se lesionó. Las puertas se abrieron para que Cardoso tuviera una oportunidad que bien supo aprovechar. Se alcanzó por segunda vez el sueño del ascenso a la División de Honor y Cardoso continuó hasta que, mediada la temporada 1957-58, con el club jiennense aún en Primera, fue traspasado al Sevilla, para continuar su gran carrera profesional en una Liga de ensueño en la que militaban los mejores jugadores del mundo. Cardoso firmaría después con el Zaragoza, donde permaneció cinco temporadas coincidiendo con la época de “los cinco magníficos”. Hubo quien lo llamó el guardameta eterno. Aún regresó al Real Jaén en la temporada 1966-67, con una cláusula que le permitiría dejar la plantilla blanca si recibía una oferta de un club de superior categoría, Y, efectivamente, Cardoso se marchó al Torrelavega y el Real Jaén firmó al meta Emery, padre del famoso entrenador Unai Emery. Terminada su exitosa carrera profesional, le esperaba su Martos entrañable, donde contrajo matrimonio con Manuela y donde nacieron sus tres hijos de los cuales, Pepe, defendió también con honestidad los colores del Real Jaén como defensa central. Tuvimos ocasión de hablar muchas veces y cultivar una buena amistad, aunque hace años en que no nos veíamos personalmente. La última vez fue en la boda de Inma, la hija de mi inolvidable amigo Pepe Ocaña, celebrada en Martos, en la que Cardoso y su esposa y yo, con la mía, comimos juntos. Un recuerdo que se agiganta ahora cuando mi amigo Vicente Cardoso falleció.

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