La mamba negra nacionalista

30 sep 2017 / 11:18 H.

La mamba negra es la serpiente más mortal del planeta. Alcanza los 4 metros de longitud y, además, es rápida, agresiva e impredecible, su veneno es mortífero. Pero engaña desde el nombre, porque la mamba negra puede ser de un precioso verde oliva, gris metal y otros colores intermedios. Lo que la diferencia de otras hermanas de especie es su boca negra. Su peligro y su verdadero color se manifiesta cuando abre la boca. Uno de los grandes éxitos del independentismo catalán de los últimos años fue ligar la democracia, su derecho a decidir, como el único color relevante, aglutinante además en un muestrario político nada convergente. Una tarea alimentada por el dinero público y también, conviene no olvidarlo, por el calculado uso de la estrategia de confrontación. La Generalitat vivía bien contra España y el Gobierno contaba con apoyos precisos y licencia para excesos verbales que enardecían a su tropa. La oferta y demanda política española permitía estos juegos de cama tan costosos. Eran otros tiempos, “ABC” nombraba a Jordi Pujol “Español del Año” y quizá él, como un adelantado a su época que es, ya saqueaba las arcas públicas en nombre de la “Sagrada Familia”. A lomos de las urnas, con los colores vivos de una nueva bandera, la mamba del nacionalismo toma las calles y oculta todo lo negro que conlleva. Esa capacidad camaleónica no es nueva, el mimetismo ayuda a sobrevivir en el gran árbol de la democracia. El travestido político Artur Mas se pintó los labios de rojo, y ante la crisis económica emergente, se disfrazó de Marylin y se envolvió en la bandera para taparse la partes pudendas. Cabaret de Barrio Chino. Ahora, saca las huchas para que le paguen las multas del anterior aquelarre “indepen”. Pero sigue en la foto, aunque salga con el rímel corrido. Supervivencia natural.

La persecución del diferente se da por hecha cuando toda una presidenta del Parlament, Carmen Forcadel, es capaz de decir que PP y Ciudadanos no son catalanes. Extranjeros en su casa, como tantos otros alcaldes del PSOE que mantienen el tipo ante un tsunami ideológico que no tiene freno ni en colegios ni en universidades ni en cualquier espacio público. En plena crisis, no encontraron los estudiantes tantas facilidades para tomarse días libres y hacer sentadas en los rectorados en contra de los recortes. Pero hay directores y decanos que no pierden oportunidad de hacer méritos. Le ponen música y escenario, siempre que convenga, para entonar juntos “El Segadors”:

“Que tiemble el enemigo al ver nuestra bandera: como hacemos caer espigas de oro, cuando conviene segamos cadenas”.

Aquellas informaciones periodísticas de los 90, tildadas de exageradas, en las que se hacía hincapié en la tergiversada historia española de las aulas o las dificultades lingüísticas para los castellano parlantes se quedan ahora cortas. Quienes ponen en duda estos métodos sectarios salen en los medios con la voz distorsionada y de espaldas a la cámara. Los más de 110.000 jiennenses que viven en Cataluña y sus familias son una parte de una realidad, seguro que también variopinta, pero que no puede quedar desdibujada de esa Cataluña. Muchos de ellos se sienten hoy huérfanos de líderes que pongan su relato sobre la mesa. Con la idea de equilibrar las puestas en escena, se grita a la salida de los coches de la Guardia Civil con destino a Cataluña: “A por ellos”. Mal vamos si un cántico de fútbol puede ser la réplica a tanto despropósito. ¿Quiénes son ellos? Caer en la retórica de los bandos, es la emboscada fácil con la que se sigue alimentando una bicha nacionalista que ahora mismo está erguida en posición de ataque. Chasquea la lengua y prepara su veneno. Que continúe con su siseo, pero que no nos muerda.