La mala conciencia

    07 mar 2023 / 18:42 H.
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    No es extraño en el ser humano dejarse llevar por los instintos más básicos, ascender en la escala social pisoteando a diestro y siniestro, prometer hasta meter y otras beldades. Agravios y abusos son comportamientos que, en ciertas personas, sólo dejan, en el peor de los casos, un regusto desagradable: la mala conciencia. Una sensación embarazosa e insomne. Pero, a pesar de esa incomodidad, algo más fuerte en ellos, como si de un instinto de supervivencia se tratara, les obliga a seguir en sus trece: la necesidad de mantener o mejorar el estatus. Y es que, como dijo Nietzsche, “el ser humano soporta mejor la mala conciencia que la mala reputación”. Así que, cuando tras una conducta vergonzosa, aparece el tormento del remordimiento, lo fácil es pensar “a qué andar ahora con ese cuento si igual luego me sobreviene un alzhéimer y no me acuerdo de nada”. Muy acertado Oscar Wilde cuando, ingenioso, afirmó que la mejor forma de evitar la tentación es caer en ella. Y es que, en esto de tentaciones y escrúpulos, si llegamos a alguna conclusión válida, es que, desde que el hombre es hombre, en su acepción de ser animado racional, varón o mujer, algunos, muchos, y en tiempos difíciles más aún, no tienen ni mala conciencia ni mucho menos buena reputación.

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