La maestría del color

    26 may 2022 / 17:09 H.
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    Por la mañana no estornudo demasiado, solo me pican los ojos. Así que salgo temprano en bicicleta a la caza de árboles en flor. Nunca deja de deslumbrarme la forma en que el lenguaje de la primavera responde a mis expectativas con su contexto estético, casi cinematográfico, donde la apariencia es la verdad. Hace fresco y pedaleo con la urgencia de quien sabe que todo este material visual complejo y codificado que me sobrecoge es efímero. Las flores de jacaranda pronto formarán una alfombra morada que acabará desapareciendo. Pero ahora hago mío este escenario con su acertado movimiento de cámara, su manejo del ritmo y del tiempo, con la banda sonora adecuada y, por supuesto, con una maestría precisa del color. Me detengo a menudo para fotografiar algunos árboles que todavía no conozco. Una app me dice sus nombres. Después fijo su posición en mi GPS mental para volver aquí en unas semanas a recoger sus semillas. Colecciono árboles en flor porque me fascina el color. El color es lo que es por lo que da. Lo que muestra es su cualidad. Las flores del roble, pudiendo retener todos los colores del espectro de la luz, me regalan el amarillo. Por eso las aprecio, aunque me hagan estornudar.

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