La luz no es metafísica

12 ago 2021 / 16:55 H.
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En proporción y comparación, podemos presumir de ser el país europeo con las tarifas de la luz más caras. Extraña presunción, ni que decir tiene. Claro, vamos detrás de Alemania o Dinamarca, donde los salarios son mucho más altos. O sea, que no hay por dónde cogerlo. Ya me gustaría a mí cobrar el doble de lo que gano y pagar lo mismo de electricidad. Pero aquí no. Aquí nos exprimen como si fuésemos Alemania, aunque luego salta a la vista que estamos más cerca de Marruecos de lo que pensamos, y los servicios brillan por su ausencia, como la calidad de las infraestructuras... Me refiero a trenes —no solo AVE— que conecten pequeñas ciudades y creen tejido productivo, que también es social y cultural, y genera riqueza, si bien no cotiza en bolsa. La utilidad de los servicios públicos no es relativa. El señor Sánchez se esfuerza en aplacar los ánimos independentistas, como trató de hacer —sin resultados— en 2019, ofreciéndoles dinero a mansalva, que ya quisiéramos para Andalucía. Entonces no pudo ser porque estaba todo demasiado caliente, los presos entre rejas, y se convocó elecciones, pero ahora es otro asunto. Recordemos que, además, le salió de perlas la jugada. Entre sus medidas estrella se halla ampliar el aeropuerto, que hace poco fue reformado. Parece una compensación para agraviados fuera de lugar, según dicen, pero todo es poco, se sabe, tratándose de aplacar orgullos, humillados y ofendidos, y acabaremos asistiendo a otra inversión faraónica en Cataluña, que no obstante seguirá clamando, en sus sectores soberanistas, como insuficiente. Yo, por mi parte, siempre estaré a favor de inversiones de futuro como esta en cualquier parte de España, pero no como moneda de cambio, para pasarle la mano por el lomo a los que protesten o quieran joder la marrana del status quo. ¿O es que quien no llora, no mama?

La propaganda pospandemia asegura la recuperación económica, alentada por la llegada de los fondos europeos, mientras esa mayoría, formada por clases depauperadas por trabajos precarios y la desregulación laboral, las pasa canutas para pagar la factura de la luz a fin de mes, en plena ola de calor en la que necesitamos un ventilador para sobrevivir. ¿Cómo se va a devolver el dinero, y quién pagará el pato? ¿Dios proveerá? Hay que recordar las imágenes de aquellos rayos que descendían desde el cielo hasta la tierra, con una paloma revoloteando de fondo y atmósfera sublime, para afirmar que no, que la luz no es metafísica, y más cuando se ha denunciado al autor de una canción que dio la vuelta al mundo: «Señor, me has mirado a los ojos / sonriendo, has dicho mi nombre. / En la arena he dejado mi barca, / junto a ti buscaré otro mar». Cesáreo Gabaráin, el sacerdote creador de estos versos famosos, icono musical del catolicismo, fue expulsado de un colegio de hermanos maristas en el Madrid de finales de los setenta, donde ejercía como padre espiritual, pero inmediatamente recolocado en un colegio salesiano. Entre otras laudes, unos meses después el Papa Juan Pablo II, azote de la teología de la liberación, el peor desde Pío XII, le concede el título de «prelado de honor de Su Santidad». Ahora se ha reabierto el caso de este depredador sexual —aseguran las víctimas— que escribía como los ángeles, pero actuaba presuntamente como un demonio. Doctor Jekyll y Míster Hyde. Así que no, la luz no es metafísica.

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