La luz en su mirada

    07 mar 2024 / 09:12 H.
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    La noche había conquistado con su manto de estrellas la ciudad que permanecía despierta, aún seguían latiendo los últimos compases cuando la procesión acababa de finalizar la estación de penitencia.

    Su imagen elegante y esbelta figura se alzaba sobre su trono oscuro, donde las tulipas de moradas lágrimas velaban su silencio, un conseguido exorno floral lo acompañaba, besando sus pies desnudos. La curva de su espalda parecía descansar sobre los faroles del paso, su cuerpo maltratado y silencioso me hablaba de amor, pero no de un amor cualquiera, un amor de entrega, de ternura, de sacrificio... Me conmovió su sombra reflejada sobre el blanco de la pared, que el arco de piedra guarda como un fiel centinela, fue como si el tiempo detuviera sus alas y quedara en ese instante paralizado todo. Yo me dejé llevar y sentí en ese momento en el que los instrumentos habían apagado ya su compás de llanto y el paso, poco a poco, volvía a recuperar su lugar en el templo.

    Yo lo miraba absorta, como absorta se muestra su mirada, esa que cuesta mantener y que después de mucho tiempo, he conseguido sostener sin perderla. Allí encontré la luz, una luz que surge leve en el silencio de su melodía, que lleva a descubrir un lugar de remanso, de descanso, de calma... Su luz me impresionaba sin cegarme, me permitía observar en sus pupilas color de caramelo, cómo las palabras se deshacían muy dentro de mi alma y entre aquel tumulto de sonidos estaba vivo un espacio de encuentro, un espacio de paz, de arrullos, de sosiego.

    Las luces, poco a poco, fueron desapareciendo y el templo quedó en penumbras mientras yo no perdía la luz que había encontrado en lo profundo de aquel lugar, donde sus ojos seguían conectados a los míos y su luz acariciaba sin detenerse el eco silencioso de su son.

    Después mis ojos se posaron en sus manos atadas, esas que a veces parece que se mueven y se entregan sin resistencia, en humilde donación al trágico y cruento sacrificio.

    Siempre vibra la luz en su mirada, cuando apagadas del todo las palabras, brilla en las sombras viva, no puede verse lejos, mas en la cercanía se derrite su claridad como si una estrella titilara muy dentro. Esa luz que no ciega, que no deslumbra nunca y es la luz que pervive cuando siento sus versos.

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