La labor oculta de la escuela

    09 sep 2020 / 16:35 H.
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    Quien más quien menos abrigaba la esperanza de que tras el verano el coronavirus fuera una reminiscencia. No ha sido así, o no del todo, y volvemos a encontrarnos en esa inseguridad que pone patas arriba nuestras vidas. En la política, como siempre, se busca al chivo expiatorio a quien cargar culpas para descargarse responsabilidades propias, antes pretendidas, porque el caso es estar en desacuerdo. Y España ahora es así: diecisiete normativas pretendidamente distintas. La incertidumbre se aprecia en todos los sectores, pero en algunos más. En la escuela están preocupados y estresados, y con razón. Se ha ido posponiendo toda la organización confiando en esa cuasinormalidad, que los rebrotes están echando por tierra. Y ahora todo son improvisaciones, prisas e imposiciones que sobrecargan el ya de por sí complicado trabajo del profesorado, como obligarle a una doble programación (presencial y online), por si acaso, o a ir más allá de sus atribuciones, como hacer de enfermeros. En muchos casos se dictan normas a sabiendas de la imposibilidad de cumplirse, no hay nada más que ir a los centros, porque los espacios no se pueden estirar, ni las ratios (en ocasiones superiores a lo legal y se sabe) se pueden reducir, ni se puede contratar más profesorado porque hay que pagar a muchos políticos. Estoy pensando ahora en la educación infantil, en la que se comparten juegos, mocos y piojos, cuando los hay, ¿cómo se evita el contacto que es casi obligatorio, como la movilidad, en esta etapa de socialización en la que la asunción de normas es solo un fin a conseguir? De acuerdo que son los menos vulnerables a la enfermedad, gracias a Dios, pero no a los contagios. Y los docentes no son inmunes. Pero la escuela tiene que seguir ofreciendo esa cara oculta de su labor, que le debería ser ajena o coyuntural porque lo suyo es la educación, pero que está en la base de muchas de esas decisiones: la asistencial, para que los padres puedan conciliar su trabajo con el cuidado de los pequeños, porque si no la economía se resiente. Todo es una cadena. Esperemos que no se rompa. Confiémonos a la suerte y relajémonos todos. La salud, lo primero, porque sin ella nada de los demás es posible.

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