La investigación en el aula

28 sep 2019 / 11:59 H.

En este mundo cada vez más desbordado por el entramado tecnológico en el que la red domina a las personas sometiéndolas en algunos casos, no podemos seguir considerando las aulas como jaulas que coartan su libertad. El concepto de aula ha cambiado sustancialmente y sobrepasa la muralla de una habitación con paredes, ampliándose a un entorno globalizado. El conocimiento fluye y se expande por todos los rincones del planeta. Por tanto, no podemos seguir ciñéndolo exclusivamente a un espacio limitado. En la realidad actual, resulta poco efectivo mantener cinco o seis horas diarias al alumnado encerrado en una habitación, casi inmóvil, como si estuvieran castigado. Consiguientemente, el aula debe reconvertirse en el laboratorio del aprendizaje, en el cuál se experimenta y se inician los nuevos procesos de enseñanza-aprendizaje. El equipo de profesores de cualquier grupo de alumnos debe dirigir coordinadamente ese laboratorio, y ellos han de iniciarse, con la ayuda del profesor, en la investigación básica aplicada. El rol del docente es fundamental y supone un cambio radical de mentalidad para poder enfrentarse al reto de cómo organizar la enseñanza en el aula, cómo enseñar a sus alumnos a aprender y cómo trabajar en equipo. Aunque, esto no es nada novedoso y, cada vez más, el profesorado trabaja con la metodología de investigación-acción, dentro del paradigma constructivista (de Piaget, Vygotsky...). Por cierto, ayer se celebró en 30 países europeos la “IX Noche Europea de los Investigador@s”, entre ellos España. En Jaén, la UJA organizó un amplio programa de actividades para tal fin.

El trabajo de la enseñanza debe centrarse en “proyectos educativos” y en “centros de interés “ y menos en el desarrollo de las clásicas “unidades didácticas” a través de los textos escolares, porque encorsetan en exceso la actividad educativa. Los centros de formación de profesorado deben seguir funcionando a pleno rendimiento en la actualización metodológica, pero ellos también deben ser formadores formados. La formación del profesorado debe ser obligatoria y computable como horas lectivas; y, por supuesto, acompañadas con los correspondientes incentivos económicos y profesionales.

En este curso el ratio de alumnos por clase debería haberse hecho con criterios geográficos diferenciales y para ello es más adecuado utilizar medidas estadísticas que respondan más a la realidad, como puede ser “la moda”. Pero, el gran reto del futuro inmediato de nuestra administración debe ser bajar, paulatinamente, la actual media de 25 alumnos en Educación Primaria a 15 alumnos; y en la ESO de 30 a 20. Eso significa más inversión en Educación.

Se ha presentado hace unos días el informe “Panorama de la Educación 2019” de 20 países de la OCDE; en lo referido a las “horas de enseñanzas obligatorias al año del alumnado”, tenemos: la media anual de horas lectivas en Educación Primaria en la Unión Europea es de 769 horas y en España 792. En Educación Secundaria la UE registra 892 horas lectivas y en España 1054. El exitoso sistema educativo finlandés presenta los mejores resultados de los escolares en las pruebas internacionales PISA. Las horas lectivas anuales del alumnado de Finlandia son: en Educación Primaria 641 y en Secundaria 808 horas. Por ese motivo, otra de las conclusiones de este artículo es que la calidad y los buenos resultados de la enseñanza no están correlacionados directamente con la mayor cantidad de horas lectivas del alumnado.