La inseguridad de los seguros
Dice un viejo refrán que nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Y este es el caso. No he encontrado, en estos días, a alguien que le haya ido bien con los seguros. Todos, sin excepción, coinciden en la lentitud para resolver los problemas, la ineficacia, la irritación —reconocida o incontrolada—, la carambola de este para ese o de ese para aquella, los cabreos, el regateo, y, sobre todo, los engaños y las excusas. Con estas sociedades no hay porfía, pues llevas las de perder.
Hemos estado más de diez días, y lo que quede, intentando resolver un siniestro de hogar, con daños en la vivienda y a terceros. Pues eso: parte en la correduría, anuncio de una pronta intervención, falsos mensajes de visita, culpabilidad a los que tienen que atender la avería, inatención por ser fin de semana, imposibilidad de contactar con los habituales expertos que trabajan para la compañía, letra pequeña en los contratos para justificar la cobertura, y teléfono, venga llamadas... Y el agua, en nuestro caso, cortada. Lo mismo da que tengas treinta que ochenta. No hay miramiento para la longevidad y las limitaciones físicas. Es triste escuchar de los peritos que el inmueble ya está viejo, como sus dueños, y que lo mejor es renovar las instalaciones al completo. Y uno se pregunta que para qué, entonces, el seguro.
El que no se consuela es porque no quiere. Éste me dice que con la compañía suya pasa lo mismo. Aquella otra que de diez veces que tuvo problemas, le solucionaron uno. Ese, que es del gremio, afirma que a todas las empresas les pasa igual.
Creo que casi todos los asegurados llegaron a su póliza por compromiso con el agente, por amistad, por un mal consejo... Venden el oro y el moro hasta que te encuentras con la realidad. El arreglo llega por la amistad y la convivencia, que no por la capacidad resolutiva. Se salva la gente de las corredurías, precisamente por lo expuesto. El colmo de los colmos es que después de días y días te llama o te llegan mensajes, sin ton ni son. Algunos anunciándote que en breve acudirán los técnicos para resolver el siniestro, cuando ya está solucionado; o avisando que enviarán con prontitud al reparador de albañilería para rematar la faena con la máxima diligencia (o sea, semanas más tarde). O todavía peor: te aconsejan que busques tú el albañil, que le pagues y que luego presentes la factura. Y, ríanse conmigo, sigue una llamada final para puntuar de uno a cinco la eficacia de la gestión y de la empresa. Jajaja...