La inmigración

    03 ago 2025 / 18:43 H.
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    Europa envejece. Ante este panorama, muchos políticos y economistas defienden la inmigración como solución funcional: mano de obra joven, nuevos contribuyentes, más nacimientos. Alemania habría perdido población sin la llegada masiva de inmigrantes desde 2015. Pero hay otra cara del asunto. Si seguimos aumentando la población global —por migración o por natalidad— ¿de dónde saldrá el alimento, el agua, la energía? Más personas significan más presión sobre unos recursos ya al límite. La FAO alerta de una creciente inseguridad alimentaria: más de 800 millones de personas malnutridas, mientras la tierra cultivable se agota y el modelo agroindustrial depende de petróleo, fertilizantes y deforestación. El dilema es civilizatorio. ¿Podemos sostener indefinidamente este modelo de crecimiento? Porque lo que está en juego no es solo cuántos llegan, sino cómo podemos vivir más con los mismos recursos. No se trata de culpar a los migrantes —que suelen huir de guerras, hambre o colapsos climáticos—. Europa necesita
    una conversación adulta, no sobre cuántos puede acoger, sino sobre qué tipo de sociedad quiere ser. Porque el problema no es que falten niños, sino
    que sobra cinismo.

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