La ingravidez

16 nov 2021 / 16:25 H.
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Sorprenden algunas noticias. El dueño de Tesla decide vender el 10% de las acciones de su empresa tras consultar a sus seguidores en redes sociales mostrando que es un gesto para que otros compartan la posibilidad de ganar con su empresa. Nada más lejos de la realidad. Un modo de ganar liquidez para lograr pagar sus impuestos. Lo sorprendente es el cinismo mostrando que tiene un interés por las demás personas, cuando su fin es no aportar el dinero que le corresponde para el desarrollo de la comunidad. Es singular que sea una de las dos personas civiles que han podido realizar un viaje espacial, con un coste inabordable para los que no estamos dentro del 1% de la población que controla el 99% de la riqueza mundial. El objetivo era experimentar la ingravidez, la sensación de flotar sin peso alguno despegados del suelo. Más que un hecho, es la metáfora de considerarse con derechos exclusivos, entendiendo que no tienen obligaciones. Conciben legítimo liberarse de su responsabilidad de aportar, en la proporción que le corresponde, al bien común. Como indica Bauman “el centro de gravedad de la actual forma de vida ya no es lo colectivo sino lo individual: es la versión privatista de la modernidad”. Consideran que se pueden jactar, que tienen el derecho moral, sin condena social alguna, a la ruptura del contrato social que supuso la modernidad.

El contrato se hacía con el estado. Era su identidad. Los dueños de las multinacionales no se someten a las reglas porque no se consideran parte del estado y no se sienten vinculados a respetar el acuerdo. Su poder está por encima de estos. Sus ganancias se basan precisamente en evadir todas las responsabilidades que reconozcan el derecho a una vida digna de la ciudadanía. Su riqueza no la obtienen por el valor de su producción sino por el valor que le damos a poseer algo de su marca. Y, ¿qué pasa con nuestro Estado y su responsabilidad sobre el bien común cuando significa desarrollo local? Pues igual que si fuese una multinacional. Un gobierno “progresista” nos plantea romper el contrato del Estado del bienestar, solidario entre provincias, al proponer que las autovías que pagamos entre todas las personas las pague quien las use. Las comunicaciones y transportes son bien común y base del desarrollo local. Qué nos van a dejar en la provincia, además de no invertir en las infraestructuras requeridas, o engañarnos como a ingenuos al aspirar al Plan Colce, ¿Pagar por el uso de la existentes? Y si he de pagar el uso del servicio de la autovía, ¿por qué me he de responsabilizar solidariamente del presupuesto que mantienen a los servicios religiosos? ¿Parece absurdo el argumento? Es posible; pero dónde está el apoyo al desarrollo local si solo podemos comunicarnos eficazmente por la autovía en tanto el tren esta al nivel de calidad de países sin desarrollo. Según parece la Secretaría de Estado de Transportes y Movilidad se plantea “un estudio” para ver la viabilidad de la vía férrea de Moreda conectada al corredor ferroviario del Mediterráneo. Ya sabemos que supone un estudio. La ingravidez es una sensación que se experimenta en caída libre. ¿Cuándo vamos a dejar de aspirar a ésta abordando los pesos que nos corresponden? ¿Cuándo comenzaran los gobiernos a tener los pies en nuestro suelo? Desde ahí se reconoce la realidad de las cosas, sus posibilidades y los frenos que se le imponen.

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