La incompletitud

    05 ene 2024 / 09:56 H.
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    Mi madre nació el año en que el filósofo y matemático Kurt Gödel presentó sus dos Teoremas de Incompletitud. Con ellos Gödel demostró que las matemáticas pueden demostrar que no pueden demostrarse a sí mismas, como si el árbol milenario del pensamiento humano estuviera construido sobre barro y la incertidumbre planeara sobre todo hallazgo demostrable. Queremos ordenar el mundo en montones nítidos, pero por más que nuestro intelecto ávido de hechos nos empuje hacia lo medible, lo mensurable es efímero. Lo compruebo al recoger los restos físicos de la vida de mi madre: sus muebles, sus queridos objetos guardados con la impronta de la escasez que la postguerra dejó en ella. Los miro y solo veo átomos cuyos elementos últimos son noúmenos sostenidos por la tensión dinámica de fuerzas entrelazadas, campos de energía vibratoria que se erigen en estructuras que pronto serán abandonadas a una empresa de recogida de muebles. Intento rellenar vacíos con la plasticidad de lo inmaterial, lo inhallable, con el sortilegio indemostrable de las cosas, con las grietas del tiempo y con la volatilidad del porvenir, que no es demostrable pero es cierto, pues lleva implícita su propia indemostrabilidad.

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