La gran Margarita Xirgu

03 sep 2022 / 16:00 H.
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AMargarita Xirgu nunca le gustó la mermelada de naranja y siempre admiró a la actriz María Guerrero. “La primera vez que vi a María Guerrero me dije: “Quiero ser como ella”. Blanca Oteyza realiza en el monólogo “Margarita Xirgu, una actriz entre dos continentes”, una interpretación sobria, exacta, brillante, contenida, permanentemente alejada de sobreactuaciones o exageraciones, entre luces tenues, nubladas, como si todo fuera un sueño en el que apareciera Margarita Xirgu, y con una voz colosal, llena de matices, de tonos, que sube y baja, va y viene, atraviesa las diferentes edades de la vida, susurra o grita, y marca cada momento con la modulación precisa para provocar una emoción sin sentimentalismos entre los espectadores. Blanca Oteyza llena el escenario. La plenitud, la vocación y la evocación de esta actriz han conseguido en esta obra un modelo ejemplar de biografía y homenaje a Margarita Xirgu. Blanca Oteyza en plan Blanca Oteyza, quizás hubiera dicho Francisco Umbral. Pero no: Blanca Oteyza en plan Margarita Xirgu.

Vivimos un extraño tiempo sin memoria, como constantemente instalado en un futuro distópico y estúpido. Todo pasa rápidamente. Por eso resulta impagable recuperar el recuerdo de la gran Margarita Xirgu. García Lorca vio en ella “la actriz que rompe la monotonía de las candilejas con aires renovadores y arroja puñados de fuego y jarros de agua fría en los públicos adormecidos sobre normas apolilladas”. Federico estrenó casi todas sus obras importantes con ella como protagonista. Nos devuelve a Margarita Xirgu, decíamos, el autor y director de este montaje, Javier Dimaría. Fabián Carboni pone una emotiva música en directo. Y Blanca Oteyza aporta sus registros de actriz. En esta función en un personaje sustancialmente alejado de la sanitaria frívola y hombriega, finalmente zurrada por la vida, de su último trabajo teatral: “Cuidados intensivos”. En “Margarita Xirgu...”, recita magistralmente un poema del “Romancero gitano” en uno de los momentos de mayor tensión emotiva de la función, y recobra de manera desgarradora el final de “La casa de Bernarda Alba”: “Silencio... Silencio...”.

Y Margarita Xirgu (Molins del Rey, 1888-Montevideo, 1969). Que dijo: “Si fuera por mí viviría eternamente en un teatro”. El primer aplauso que recibió fue a los ocho años, cuando leyó en público una proclama durante una revuelta obrera, en la que su padre —que marcó la vida de la actriz— era uno de los líderes. Un manifestante, tras ser detenido en ese conflicto, fue puesto en libertad pasadas las horas, y el hombre recibió ya en la calle el abrazo solidario de todos, pero sus brazos permanecían rígidos, caídos, quietos, no tocaban a nadie: le habían arrancado en la comisaría las uñas de los diez dedos de las manos. En la obra se recuerda una frase de Unamuno: “El pueblo profundo vive bajo su propia historia”.

Todo lo va contando Margarita Xirgu/Blanca Oteyza en el Teatro Lara de Madrid. Y el amor tórrido de la intérprete con el torero Joselito Gómez ‘El Gallo’. “Yo no había sentido nunca un amor con tanta intensidad física”. El inicio de la Guerra Civil cogió a la actriz trabajando en América. Ella, roja/rojaza, no regresó jamás a España. Murió en Montevideo, tras una complicada intervención quirúrgica. Desde muy niña padeció la fragilidad de uno de sus pulmones. A Margarita Xirgu nunca le gustó la mermelada de naranja.

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