La gloria en vida

    05 sep 2021 / 16:27 H.
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    Cuando un artista ha pasado sesenta años de entrega en los escenarios y la generalidad del público le reconoce su valía, su arte y su trabajo, es justo que su pueblo levante una estatua en su honor. Bienvenida una estatua a Raphael en Linares. De 2,40 metros de altura o más, máxima es su grandeza. Ha hecho felices a millones de personas y se ha entregado en todas sus actuaciones. Quizá alguno opine que mejor esperar a que su muerte nos haga tener un balance más global del personaje, yo no. Es verdad que nunca sabemos cómo acabarán las estatuas. Sin embargo es feliz Chipiona con el monumento a Rocio Jurado donado por Juan de Ávalos en 1994. Rocio supo que era grande y querida por su pueblo, como Raphael. Cada uno figurará como se merece en Cádiz y Jaén. Yo he vivido y pasado, a veces a diario, junto a las estatuas de Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares y Tirso de Molina en Madrid. Y no me pregunto si han sido honrados ya fallecidos, me siento orgulloso de que mis compatriotas hayan gloriado a dos talentos universales, como paseando por el lago Leman, Chaplin y Freddie Mercury en Vevey y Montreux. Sí a las estatuas.

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