La generación del no me consta

05 mar 2016 / 10:35 H.

Un abracadabra judicial, un sortilegio que te libra de todo mal: “No me consta”. Como si rezaran el padrenuestro, musitan frases exculpatorias como si su reino no fuera de este mundo. Pero lo es. Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón compartían una empresa al 50%, pero como cualquier pareja moderna, con retiro en Suiza, no se llevaban el trabajo a casa. Y, además, a la vista está, son jefes que delegan. Si no fuera por la tormenta perfecta de corrupción que mantiene a la actualidad con el agua al cuello, quizá tampoco nos constaría al resto. Pero, perdón por la imagen, la mierda flota. La vida nos iguala por las bajeras. Con buena educación, atildados, con colegios cinco estrellas o con un módulo, con “caloret” o con vicios de “marlboro y gin tonics” de voz aguardentosa a lo Sabina. Mientras las crónicas políticas buscan paralelismos con la serie danesa “Borgen” —con las intrigas propias de socios de gobierno, intereses de medios de comunicación y otras bajezas de la cosa pública— en Italia nos superan, como siempre, en pragmatismo. Ellos, que están acostumbrados a desayunar con el caos, ya filmaron por entregas su descenso a los infiernos en “1992”. Curiosa fecha que también fue el punto de partida para una manera de trabajar el éxito en España. Contigo empezó todo, que diría aquel.

DIPUTACIONES. EL MÁS DIFÍCIL TODAVÍA

El funambulismo de estos días es digno de expertos equilibristas. El líder socialista Pedro Sánchez, que vive en el alambre, para contentar a la bancada naranja y allanar el pacto, firmó el cierre de las diputaciones por traspaso. En el lote no había distinciones. Ante la magnitud del punto “programático”, el presidente de la Diputación de Jaén, Francisco Reyes, se hizo un “braveheart” y fue el primero en desenterrar el hacha de guerra. No guardó la ropa y fue, lógicamente, rotundo en decir que por allí se va a Madrid. Pero es que desde la capital, en un papelón de esos de tiempo entre costuras, llegó Micaela Navarro para apaciguar los ánimos de una revuelta metafórica, con un antológico no te preocupes que esto es un “cambio de nombre”. En alucinante dicotomía encontramos también votando a favor del acuerdo y del dichoso punto a los diputados jiennenses Felipe Sicilia y María Paz del Moral. Listas muy abiertas.

INVESTIDURA. SÁNCHEZ PRESIDENTE POR UN DÍA

Era un fracaso anunciado, pero nadie le negará el ímpetu recobrado. Frente a la resistencia pasiva de Rajoy, don tancredo confortable en su sillón, Sánchez intentó formar gobierno o simularlo. La simulación le proyecta en su partido, con votación ganada de militantes incluida, aunque no le ahorra berrinches. El poner la otra mejilla cuando en el Congreso ultrajaban el legado de un tótem del partido como Felipe González solo se puede entender desde el tacticismo de pasado mañana. Pero el líder socialista, que era un fantasma tras los resultados electorales, toma cuerpo y tiene otra vida política hasta la siguiente ronda. El renacido. Pablo Iglesias, por su parte, es un yonqui del titular y el tuit. Solo así se entiende su “sobreactuación” de esta semana, con beso o sin él. Si fuera actor estaría quemado, pero no es el caso. Él, adalid de la “nueva política”, pretende superar etapas antes, incluso, que la propia sociedad y, puede, que hasta de una parte no de sus seguidores, pero sí de algún votante. Calificar a Otegui, por ejemplo, de hombre de paz, preso político y otras lisonjas en la España de hoy es política 5.0 por ilusoria. Le faltan por ver algunos episodios recientes de la historia de España. Que le regalen, para abrir boca, “Cuéntame”.

En territorio político, sin embargo, Iglesias, en su afán de fagocitar al PSOE, quiere ponerse la piel de oso antes de cazarla con el peligro de zarpazos que eso conlleva, DiCaprio “dixit”. En cualquier caso, coleta morada, con la mano derecha, tiende la mano a un pacto de izquierdas, pero con la otra se tapa el sol para divisar en el horizonte las elecciones de junio. Hay película.