La fuente de la vida

    23 dic 2020 / 01:01 H.
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    Llegó la Nochebuena, una noche de tragedia para las familias que no pasan la cifra de seis. Ya digo, no es para hacer palmas, sino para llorar la pena que nos ha tocado vivir. Jesús va a nacer, no entre sábanas de Holanda, sino en un montón de paja de un pesebre miserable del Portal de Belén. Cuánta humildad encierra el advenimiento del niño Manuel, que siendo poderoso y dueño de todas las riquezas, ha preferido la sencillez y la humildad de María y José, un matrimonio unido en el amor hasta que la maldad de los hombres lo llevaron al madero de las escarpias. Esta mirilla, porque amor con amor se paga, va dedicada al Colegio de Enfermería, que en estos días de recogimiento familiar, ellos trabajan para que la salud y la vida de los ciudadanos sigan palpitando. ¡Hola!, mi gente abnegada de la noble enfermería, dispuesta a pasar la noche de tan navideño día. El niño ha roto la fuente, en seguida va a nacer la esperanza de la vida, en la que debemos creer. La comadrona lo recoge, dándole unas palmaditas, para que su pecho aspire nuevos alientos. Está duerme que duerme con su mamá sobre la cama, arrimaíto a su pecho. ¡Hola!, mi gente abnegada, que trabaja por los demás en esta noche de fiesta, abrazos, concordia y paz.

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