La fiesta democrática

    17 may 2019 / 16:39 H.

    Tras las elecciones generales, resuena en mi cabeza el “no nos representan” del 15M, y me pregunto si los resultados muestran realmente la voluntad de la ciudadanía expresada a través de sus votos. El sistema y los datos me hacen preguntarme si realmente las instituciones representativas de nuestro país no son más que una simple falacia con respecto a esa supuesta representatividad. El que todos sepamos que unos votos cuentan más que otros, entre otras cuestiones, me hace dudar de forma razonable con respecto a si la clase política representa a la gran mayoría de los ciudadanos. Me da la impresión, a pesar de la opinión generalizada y de las lecturas que se han presentado a la opinión pública, de que en Cataluña no ganaron los independentistas. Los sucesores del pujolismo, los independentistas, se han encontrado con una ley electoral que les ha permitido gobernar en mayoría, cuando la verdad es que no tienen ni nunca tuvieron ni el voto ni el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Los datos nos dicen que los gobernantes de ERC, JxCat y Front Republicà son solo el 39,6% frente a la gran mayoría no independentista, que representa el 60,4% de los votos. Lo que aún me parece más tremendo, y para los ciudadanos catalanes no independentistas debe ser ofensivo, es ver cómo en todas las lecturas se habla de un conflicto entre el Estado central y la Generalitat de Catalunya, un conflicto entre España y Cataluña. Se asume en todos los análisis y se da por hecho, ofendiendo a nuestra inteligencia, que los partidos que gobiernan Cataluña representan a la mayoría de la población catalana. Por cierto, dicho conflicto se producía mientras gobernaban partidos neoliberales como el PSOE de Zapatero y el PP, con la complicidad de Ciudadanos; y en Cataluña, partidos neoliberales como JxCat, heredero de CDC, con la complicidad de ERC.

    Con respecto a la abstención, se nos repite que se debe a la falta de educación democrática de los no votantes, su analfabetismo, su falta de compromiso, pero se ignora la enorme distancia que hay entre lo que las clases populares consideran importante y lo que los poderes político y mediático presentan como discusión y debate. Además, se añade que vivimos en uno de los países occidentales donde hay mayor desconfianza hacia la clase política y los medios. Y, finalmente, no se habla de cómo en nuestro país no todos sus ciudadanos son iguales a la hora de votar, un principio básico de la democracia que es ignorado. Las clases populares saben que el sistema las discrimina frente a las clases altas, de ahí su hartazgo y su mayor porcentaje de abstención. A pesar de la sabiduría convencional en España, de los errores y de las medias verdades, hay que hablar claramente de la orientación conservadora y poco representativa que tiene nuestra ley electoral; con ella se pretendió eliminar el impacto de las áreas urbanas, donde más ciudadanos hay que pertenecen a la clase trabajadora. Los aparatos del Estado herederos de la dictadura consiguieron así que durante todo el periodo democrático las derechas hayan estado sobrerrepresentadas en las instituciones representativas de nuestro país. No se nos puede repetir hasta la saciedad que, según los resultados electorales, hay dos grandes bloques iguales de derecha e izquierda. Quizás no sea del todo cierto. De los ciudadanos que fueron a votar, hay 1.264.510 votos de los partidos de izquierdas, que suman por tanto un número mayor, y dichos votos no se han traducido en escaños. Entre otros motivos está el de la barrera electoral, límite mínimo de votantes que un partido necesita para tener representación en las Cortes. Por poner un ejemplo, Unidos Podemos se encontró con que más de medio millón de sus votos no se tradujeron en escaños. La verdad es que, en un sistema proporcional, Unidas Podemos, Compromís y En Comú Podem tendrían los mismos escaños que Ciudadanos. Esta realidad, como tantas otras, son ignoradas en los análisis, solo se ha hablado de los escaños y nunca de la enorme falta de proporcionalidad de la ley electoral o de la abstención cuando se hablaba de la representatividad.