La fábula de Sancho

    05 ago 2023 / 09:00 H.
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    De buena mañana Sancho se acercó al gallinero a recoger los huevos necesarios para preparar el desayuno, que solían tomar sentados en el porche de cara a la huerta, bajo la parra que a la sazón estaba cargada de hermosos racimos. Entre tanto, Don Picoco con la sartén a punto para freír los huevos, se afanaba en la cocina rellenando la bota de vino y cortando unas lonchas de jamón. Comenzar el día con un buen desayuno daba ocasión de conversar sobre sus aventuras pasadas y futuras y dar un somero repaso a la actualidad y los dimes y diretes del pueblo. Con un buen tiento a la bota y atacando con presteza los huevos y el jamón, comentó Sancho que aquella noche pasada, la raposa había intentado burlar al perro y se había llevado un buen mordisco justo delante del gallinero, donde había dejado huellas de sangre y quizás parte de su propia vida, aunque todavía no se podía decir si ya estaba para el arrastre o tenía por delante una segunda oportunidad y quizás mejor ventura al intentar llevarse la gallina. Añadió sentencioso que no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo y propuso la siguiente fábula que dijo haber escuchado contar a un titiritero que venía de la Corte y decía estar bien informado. Allá por los tiempos de Maricastaña había un circo muy famoso que recorría todos los pueblos y ciudades con mucho éxito porque, según decían los más versados en letras, representaba como ningún otro todas las artes de la comedia humana y la diversidad de animales que a ellos se asemejan, así como sus costumbres y formas de buscarse la vida en todas las tierras por donde habitan. Durante muchos años era admirable que en aquel guirigay ambulante todos los animales, incluidas las fieras, convivían y mostraban sus habilidades al público, que satisfecho con el espectáculo, les proporcionaba los medios para tener abundante comida y buen cobijo. Había alguna excepción ya que las alimañas a veces sin motivo alguno robaban porque esa es su condición natural, pero el león y el tigre enseguida ponían coto a esos desaprensivos y el circo continuaba funcionando porque la mayoría estaba contenta con el reparto, incluido el elefante que dormitaba satisfecho. Con el paso de los años, sucedió que los dos reyes del cotarro comenzaron a cojear y a tener flaquezas con lo que ambos tuvieron que contar con serviles lacayos tales como la astuta zorra, la escalofriante hiena, la ponzoñosa víbora, la rata cobarde y demás dañinas alimañas que, a cambio de escabrosos favores y la llave de la despensa, mantuvieron el orden establecido en aquel antro de fieras. Cuanto más envejecían y débiles eran los dueños del cotarro, más crecían las pretensiones y exigencias de la abominable guardia pretoriana, con lo que llegó un día en el que la hiena apartó al león de la presa, la víbora emponzoñó la lengua del tigre, la zorra se zampó medio gallinero y las ratas correteaban sobre la pista del circo. Los dos jerarcas ya no tenían fuerzas para poner remedio a nada y sucumbieron quedando a merced de sus lacayos. Entonces despertó el elefante, barritó con furia y arrasó el escenario poniendo punto final a aquel lastimoso espectáculo. Las alimañas corrieron cada una por su lado y los buitres se adueñaron de la carroña. Don Picoco, comprendió el meollo del asunto, alabó la cordura de Sancho y dijo que no hay mejor ocasión para exaltar el valor de la amistad que filosofar sobre la vida con un buen yantar en acertada compañía. Cuando hay más de un brindis de por medio se acaba dando rienda suelta a la locuacidad y se dicen verdades como puños y las más de las veces alguna que otra indiscreción que acaba siendo motivo de animado debate e incluso a veces de indeseable discordia sobre todo cuando interviene la política. Nada más lejos de nuestra intención turbar la paz de los lectores ahora que nuestros dilectos representantes nos indican con cara de felicidad que ha llegado la hora de descansar y liberar la tensión acumulada después de un tiempo en el que se han exacerbado las diferencias, ha concluido felizmente el período electoral y la mayoría de ellos han conseguido ganar al menos un pesebre donde pacer hasta nueva orden. Es por ello, que hemos traído a colación las inocentes reflexiones de Sancho que como todos sabemos es experto en burros y sabe más de animales que de otros temas abstractos.

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