La estructura de los cactus

    10 oct 2019 / 20:08 H.

    Yo entonces no sabía que somos como los cactus; un continente con la estructura perfecta para poder transitar en esa especie de desierto que es el mundo. Lo mismo que las espinas del cactus protegen su valioso contenido, sus reservas vitales, nosotros estamos cercados por una envoltura social diseñada para salvaguardar nuestros sentimientos, pensamientos y emociones. Para evitar la exposición de nuestras íntimas entrañas, la civilización ha construido muros personales, límites familiares y fronteras sociales que nos han preservado de la otredad. Hemos ideado un código intermediario de signos, palabras, costumbres, ritos o ropajes que limitan o que evitan la intromisión de otros en mí. Todo gravita sobre el concepto griego de “persona”; una máscara que separa el exterior (social, sólido, fáctico) del interior (gaseoso, de conexión con la verdad, con la imaginación, con la divinidad). El interior es un lugar al que nadie puede acceder ni con amor ni con fuerza. Como el cactus, solo podemos entregarlo eliminando libremente las espinas. Pero, como digo, yo entonces no sabía eso. En aquellos momentos creía que podía entrar en el alma de cualquiera, tocar su esencia y salir ambos ilesos.