La espada de Bolívar

11 ago 2022 / 16:00 H.
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No pudo comenzar peor el siglo XIX en España, con Fernando VII, mal llamado “el Deseado”. Considerado el peor monarca de nuestra historia por unanimidad entre especialistas, vendió varias veces la nación y traicionó la Constitución de 1812, tras el Trienio Liberal, restableciendo el oscurantismo y el absolutismo más nefandos en la Década Ominosa. Durante su reinado, por su incapacidad, como por la de su padre, Carlos IV, se perdió la mayoría de los territorios del Imperio, y más de una noche tuvo que despertarse con turbias pesadillas en las que se le aparecía Simón Bolívar, un criollo riquísimo de Caracas, pretendiente aristócrata por más señas, y hoy símbolo americano de la independencia. En Londres hay estatuas de reconocidos independentistas libertadores de colonias inglesas enfrente del Parlamento británico, en lugar bien visible. En Madrid hay una desconocida y polémica estatua a Bolívar en el Parque del Oeste... Los criollos obtuvieron la independencia política de la metrópoli, paso obligado tras la independencia económica, de la que ya disfrutaban hacía tiempo. ¿Quiénes eran los criollos? No nos confundamos. Hay que recordar que, en el siglo XIX, las burguesías de cualquier parte del mundo solo quieren el control efectivo y total. En ese sentido, en España nunca se produjo una auténtica y plena revolución liberal. Los escasos intentos que hubo fracasaron. Sucedió a Fernando VII su hija, Isabel II, casada a la fuerza con un doble primo hermano, tanto por parte de padre como de madre, y homosexual, que como es lógico se desentendió de las labores conyugales y se alejó de la corte con su amante. Fruto de estos líos, distintas y autorizadas fuentes atribuyen la paternidad de Alfonso XII a Enrique Puigmoltó y Mayans... La historia es larga y puede ser aburrida. Se hace con sangre. Decía Ángel González, además, que se repite como la morcilla de mi tierra. Si yo hubiera vivido en el siglo XIX en los actuales Colombia, Venezuela, Ecuador, etc., seguro que habría seguido con fervorosa energía al Libertador. Aunque él fuera un privilegiado y yo un plebeyo de humilde extracción social, le habría seguido. Hoy por suerte hay ciertas distancias para entender algunas cosas, más de allá de simpatías o antipatías. Así que cuando veo que el rey no se levanta para saludar a la espada de Bolívar, no me extraña y supongo que se le agolpó en la mente toda la rabia de su antepasado “el rey Felón”. A los parias nos da igual, porque no tenemos intereses de por medio. Pero Felipe VI respira por la herida, debe escocerle, pensando que aquello que se perdió hace dos siglos era suyo. A ver, igual que un ateo no se inclina ante una reliquia de un santo, ¿cómo va a respetar a este ícono de la independencia de la América española? Aunque el rey sea rey y yo sea yo, recordemos cuando Wilmer Ruperti donó a Hugo Chávez en 2012 las pistolas del Libertador, al mismo Chávez al que unos años antes Juan Carlos I le espetó el célebre “¿Por qué no te callas?” Que estuviera en el protocolo o no es lo de menos, y da igual si el rey es rey, o si Bolívar solo defendía a los de su clase. ¿Disputas entre ricos? La historia de los parias y del fetichismo está llena de anécdotas, como cuando el pueblo pidió a Fernando VII que volviera a grito de “¡Vivan las cadenas!”. Pero en América, a ese mismo gesto, se le llamó grito de la independencia.

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