La dura Navidad del pobre
Hogaño, ni la nieve va a vestir de blanco armiño los azules faldones de Jabalcuz. El cambio climático será la espada de Damocles con filos cortantes como una guadaña en manos de una mujer esquelética vestida de albura, es decir, la muerte, si los grandes no se ponen de acuerdo para evitar lo evitable. Tiempo más duro que el Alcoyano el de la Navidad para quienes no nacieron con un pan bajo el brazo sino con problemas de toda laya. Si me gusta el tiempo de la zambomba y los chinchines es porque la humildad está presente desde que el Niño-Dios no quiso sábanas de Holanda para nacer, sino un puñado de paja de un mísero pesebre, calentado por el amor ardoroso de María y José, mas el huelgo de un buey y una mula. Hay una copla flamenca que pone los pelos de punta. “La Navidad del pobre, oír misa del gallo que el rico se come”. En sintonía con esa verdad, mi copla navideña: “Navidad del pobre, comer algo de lo que al rico le sobre”. Lo de siempre: feliz Pascual (Pascuas), como decía el inolvidable pintor Carmelo Palomino Kaiser. Sé que es pedir peras al olmo si deseo que este mundo iracundo sea mejor, porque siendo así, todos seremos mejores.