La cuchara y el olivo

11 jun 2022 / 16:00 H.
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En el día de hoy, la muy ilustre y noble Orden de la Cuchara de Palo, siguiendo con la tradición de celebrar su capítulo trimestral el sábado más cercano a la festividad de San Antonio de Padua, se reúne en un conocido restaurante de la localidad de Miraelrío, un poblado de colonización con mucho encanto situado a orillas del Guadalimar, muy cerca del embalse del Giribaile. Como miembro numerario de la Orden, hoy debería de asistir a dicho capítulo, pero por motivos personales no podré hacerlo, aunque mi mente y mis recuerdos estarán presentes junto con los demás caballeros.

Miraelrío, pedanía que pertenece al municipio de Vilches, es un pueblo de diseño muy curioso casi circular, construido, como otros muchos de la provincia, por el Instituto Nacional de Colonización en los últimos años del Plan Jaén. Para mí, que soy un enamorado de los paisajes de olivares de nuestra tierra, sin duda alguna es uno de los pueblos que hay que visitar porque es como una pequeña joya de casas blancas y luminosas engastada en una corona de olivos. Desde cerca del pueblo puede verse el aliviadero de la presa. Sus alrededores son lugares dignos de pasear y visitar, en especial es aconsejable hacer senderismo subiendo hasta un monte cercano donde se sitúa el vértice geodésico. Por esos campos hay restos de civilizaciones pasadas y desde ese punto se divisa el embalse y gran parte de los valles del Guadalén, el Guadalimar y el Guadalquivir. Por esos terrenos me he adentrado alguna que otra vez en primavera para cumplir con mi afición de estar en contacto con la naturaleza y pasar la mañana en el campo buscando esos espárragos tempranos que por allí abundan. Por desgracia también abundan los cercados y de eso a veces se abusa de ellos. Volviendo al pueblo, es muy conveniente hacer parada y fonda en ese restaurante donde hoy se reúnen mis compañeros, a la sazón émulos de Gargantúa, a los que, al tiempo que envidio porque el menú que van a degustar promete mil delicias dignas de tales caballeros aficionados a las buenas pitanzas, también les deseo la mejor sobremesa porque en nuestra reuniones no solo se trata de bien comer y mejor beber, sino de platicar y compartir los saberes propios de la cultura del olivo y ahondar en el conocimiento de la gastronomía de nuestra hermosa tierra, para poder así darla a conocer y difundirla, porque nuestra tradición no nos permite guardar solo para nosotros aquello que tenemos, sino más bien compartirlo con todos porque como bien se sabe, las alegrías se vuelven mayores cuando son compartidas. Por tanto, los caballeros de la Orden de la Cuchara de Palo que hoy se reúnen en Miraelrío no solo lo hacen para disfrutar de las excelencias culinarias que hoy les serán servidas, sino que además, cada uno en la medida que le sea posible difundirá las bondades de nuestra cocina y la utilización del aceite de oliva como elemento fundamental de la dieta mediterránea. Por tanto, hoy a la hora de la comida, en obligada ausencia, brindaré por que se cumplan los nobles fines que tiene encomendada la Orden de la Cuchara de Palo, y disfrutaré con el pensamiento de los nobles manjares que se ofrecen al viajero que tenga la buena ventura de caminar por esos campos de Jaén donde los olivos siempre presentes y siempre generosos nos ofrecen su fruto que tomamos aliñado y su noble zumo que adereza nuestros platos día a día desde que Atenea lo hizo brotar junto al pozo de agua salada de su rival Poseidón, cuando se disputaban la posesión del Ática.

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