La cena de los idiotas

26 may 2020 / 13:44 H.
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Cuando yo era muy crío, una de las atracciones de la feria que más aceptación tenía era una caseta en la que se practicaba el tiro al negro. Todo muy sencillo, un tío pintado de negro asomaba la cabeza a través de un marco colocado en el fondo de la caseta y el público se divertía de lo lindo lanzándole pelotas de trapo con la peor de las intenciones. Aquella barbaridad, que servía para mantener vivo el rechazo e incluso el odio por la gente de color, fue prohibida hace muchos años. Ochenta años después, Telecinco emplea esa táctica para hacer algunos de sus programas más notables.

Utiliza la simpleza de un guión en el que un grupo de colaboradores más privilegiados, como Kiko Matamoros, Mila Ximénez, Kiko Hernández, María Patiño y alguno más, puede lanzar libremente cuantas barbaridades se les ocurra contra otro grupo que, aunque no se pinten la cara, ejercen de negros siendo las víctimas por sistema, como Lidia, Antonio Montero, Chelo García Cortés, Gustavo y algún que otro que no entra en el clan de los superelegidos. Un espectáculo ya trasnochado al que intentaba arrimar un poco de fuego Jorge Javier Vázquez con sus aviesas ocurrencias.

Como el confinamiento está obligando a las televisiones a recurrir a lo que sea para poder disponer de programación y mantener las audiencias, el resultado se está viendo. Se crea un programa y lo único que se le pone nuevo es el título, como refleja el latoso caso de La última cena, un programa tedioso, reiterativo, interminable, estrenado el pasado viernes, en el que un grupo de personas —las mismas que tenemos supervistas en Telecinco— tardaron alrededor de cinco horas en elaborar un menú de ajo blanco, lubina y postre y consumirlo, tratando de amenizar la velada con el mismo guión de siempre, el de lanzar pelotas a la cara del negro.

La cena, elaborada por Kiko Matamoros y Lidia Lozano, fue de lo más deprimente porque ni tan siquiera acertaron a la hora de hacer la compra. Eso sí, la que peor parada salió fue Belén Esteban, que actuaba como comensal desde su propio domicilio y recibió el menú —en pésimas condiciones— casi a las 01:00 horas de la madrugada. Era un placer contemplar la cara de la Esteban mientras degustaba la cena.

Alguien desde el exterior —un amigo de Antonio Montero— calificó el programa como “La cena de los idiotas”. Y no es que este pegajoso programa se parezca en nada a la película La cena de los idiotas que, sin ánimo de ofender, es una graciosísima comedia rodada en Francia en 1998. No sé si los responsables de este show televisivo habrán tomado buena nota y sugerirán algunos cambios en el segundo programa. De no ser así, será verdad que el primer capítulo de La última cena habrá sido el último que vea.

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