La cara y la cruz arden por San José
En el Paraíso del Olivo se quema una falla, tan genial como una valenciana. Mucha gente desconoce tal facto. En Mancha Real, gracias a la autoestima, tesón y generosidad de unos maestros artesanos, cada año, cuando el día de San José se hace penumbra nocturna, una magnifica escultura está preparada para arder. En minutos, una obra de arte, que lo es, y una alegoría a temas de actualidad, desaparece entre llamas en las faldas de Sierra Mágina. Cuando hay gentes que se lo creen, conscientes de su valía, que hacen de su entrega pasión, surgen estas cosas. Cuando hay una administración local que entiende que la cultura genera plusvalías, es posible algo así. Este año Cara y Cruz, así se llamaba la genial composición de madera y materiales fungibles, era toda una crítica brutal al mundo que estamos construyendo, un espacio tan desigual e injusto que parece caminar a la deriva. Un terreno donde hay niños que lo tienen todo y otros a los que les falta lo más esencial. Durante toda la tarde noche del día 19, miles de fotos posando delante de tan genial estampa. Cientos de personas buscando una postal única ante tan genial cuadro. Y la casi totalidad pasaban de puntillas, por ceguera o por no querer ver, sobre lo que de verdad representaba. La Falla 2016 era toda una denuncia a lo injusto de esta sociedad, a su desigualdad, más patente en los niños. Todos lo que pasaban por allí querían posar delante de la explosión de color de los motivos de la composición. Lo otro, aquello a lo que los autores quisieron fuera el motivo principal, la brutalidad de un mundo donde los que más sufren son los menos culpables, los niños, pasó desapercibido. Hay cosas en las que nadie quiere reparar, ni pensar siquiera. Nos impresiona, admiramos la belleza visual, pero en el mensaje mejor no detenerse. En Mancha Real la autoestima de unos se enfrentaba a la desidia y el egoísmo de otros. Un final feliz, todos contentos, los autores y los espectadores. A esos dos niños, separados por un mundo inhumano, apenas unos pocos dejaron entrar en su conciencia, fueron pasto de fuego y olvido.