La campaña de Jaén

14 jun 2022 / 16:48 H.
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En el barrio sur de Europa, hace ya años que se pusieron de acuerdo las ocho vecinas del edificio Andalucía para renovar, periódicamente, los cargos directivos y los suministros y todas las tareas administrativas de la comunidad. Y Jaén, que es la vecina de la buhardilla (sin ascensor) recibe, con su habitual paciencia, las propuestas de las distintas candidaturas.

Después de subir el último tramo de escaleras a pie, llaman a la puerta de Jaén, estos días, vendedores de todos los tipos. Unos quieren que renueve su contrato actual. Otros tratan de convencerla para que cambie de proveedor. Y la pobre Jaén, que es muy educada, escucha las promesas de unos y de otros y se pregunta ¿por qué ahora vienen a mi casa para traerme todo tipo de ofertas inigualables los mismos que hicieron caso omiso de mis pasadas quejas?

De hecho, ella, está bastante deprimida y se está planteando emigrar a algún sitio en el que haya mejores oportunidades. Y si no lo ha hecho ya es porque está muy mayor. Pero tiene una familia numerosa que depende de sus mermados ingresos y que asiste desolada a diversas decisiones tomadas por las distintas administraciones que ahondan el desequilibrio estructural de la comunidad de propietarios del bloque. Y pese a todo, la vecina de la buhardilla sin ascensor casi nunca exterioriza sus quejas. Tiene un carácter conformista y sumiso que está en la raíz de algunos de sus problemas.

El caso es que el teléfono de Jaén no para de sonar, estos días. La llaman a todas horas de distintas franquicias comerciales tratando de apelar a su idealismo, o a su responsabilidad. O también, algunos, invocan sus sentimientos patrióticos usando la bandera nacional como si de un capote se tratara durante la lidia electoral. Ella asiste, un poco aturdida, a todo este despliegue propagandístico. Por un lado se siente importante (su voto es fundamental para decidir el nuevo equilibrio de poder), pero por otro lado asiste descreída a la campaña de ruido y de palabras vacías que se despliega ante ella a través de mensajes contradictorios.

“Me lo pensaré”, contesta Jaén, prudente, cada vez que viene un vendedor de fuera para convencerla de las bondades de su producto político.

Porque nuestra protagonista está, la pobre, muy desengañada de tantas malas experiencias de gestión administrativa. Jaén, la vaciada, tiene el piso en muy malas condiciones. Y cuando, tiempo atrás, ha solicitado soluciones para adecentar su desfasada infraestructura, los suministradores de ideologías le han hecho la cobra o han apuntado su dedazo hacia otros lados. Y ahora, una vez más, las distintas franquicias políticas han reabierto al público la sucursal de Jaén para predicar las bondades de sus productos. Y desde las distintas sedes electorales apremian a los vendedores ideológicos para que recolecten una abundante cosecha de votos. Han venido a varear el censo de esta tierra de olivos a golpes de demagogia, y de promesas vacías de contenido real. Y el aceite electoral se lo quieren llevar para envasarlo y comercializarlo fuera de aquí, en sus centros de poder. Y Jaén dice que se lo va a pensar. Ojalá, pese a los olvidos que sufre por su avanzada edad, nuestra provincia sea capaz, esta vez, de recordar tantos desaires y tantas injusticias.

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