La cabeza inquieta
En la excéntrica tradición de la historia filosófica, pocos eventos superan la originalidad de la odisea post mortem de Jeremy Bentham, el visionario utilitarista del siglo XVIII. ¡Imagínense esto! Su cadáver embalsamado en posición de meditación, como si todavía estuviera reflexionando sobre cómo hacer del mundo un lugar mejor, expuesto en el University College de Londres, del que fue fundador y al que donó toda su fortuna si cumplían con sus últimas voluntades, entre las que se encontraba, obviamente, convertirse en un auto-icono y asistir de manera perpetua a todos los actos solemnes que allí se celebraran. Lo que no podía saber el bueno de Bentham es que su cabeza se convertiría en objeto de deseo para algunos de los jóvenes más inquietos del College y que la utilizarían para dar rienda suelta a sus desafíos, lo que provocaría que fuese robada en varias ocasiones y que fuese dando tumbos de un lugar para otro. ¿Un tributo póstumo o un acto de venganza por su riguroso análisis utilitarista? Uno nunca sabe. En definitiva, la historia de Jeremy Bentham y su viaje post mortem es un recordatorio de que incluso después de la muerte, aún puedes seguir siendo un tema de conversación, especialmente si mueres de una manera divertida.