La buena fe en la política

    23 may 2024 / 09:06 H.
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    La “bona fides” es un principio general del derecho universalmente reconocido: las personas deben conducirse con honradez y probidad en las relaciones humanas para asegurar la concordia e impedir abusos; como concepto indeterminado necesita de concreción en cada caso. La buena fe en el mundo jurídico se presume siempre e incluso está proscrito su contrario, es decir, actuar de mala fe; razonablemente debería regir en todos los ámbitos de las relaciones sociales que disciplinan la convivencia, hasta las de mera cortesía, que deben estar teñidas de rectitud e integridad. ¿Es exigible la buena fe a los políticos? Las relaciones de los partidos, sus líderes y militantes con los adversarios parecen olvidar este principio; por encima de él prima casi siempre el interés, la ideología, la ventaja y hasta el propio lucro; lo más grave —y parece normal— que algo que en el mundo del derecho sería rechazable, se admita. ¿Por qué? La radical discrepancia entre devotos y adversarios es connatural en la política, en la contienda —al parecer— todo vale; cuanto peor sea la calidad de los políticos, más se apartan de la buena fe y peores son las consecuencias. Quien quiera entender, que entienda.

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