Oportunidad para vivir Jaén

11 jun 2023 / 09:00 H.
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Ha habido una circunstancia esencial pero escasamente analizada en la derrota de los socialistas en los comicios municipales y autonómicos del 28-M: la importante pérdida del apoyo feminista. El PSOE se había convertido en el partido de las mujeres desde las remotas elecciones generales del 15 de junio de 1977, primeras de la democracia. Y la tendencia venía desde muy atrás: el voto femenino fue impulsado por Clara Campoamor, mujer de ideología centrista, pero fue decididamente defendido por los socialistas. El Gobierno de coalición ha generado una enorme brecha al provocar la división entre lo que se ha llamado “feminismo tradicional”, por un lado, y “feminismo queer”, por otro. La filósofa y presidenta de FEMES (Feministas Socialistas), Amelia Valcárcel, autora del libro “La civilización feminista”, ha manifestado en ABC: “La coalición nos falta al respeto: gobernar contra las mujeres no es posible”. Y más: “Confío en la sensatez del PP, que reformó la ‘ley del solo sí es sí’, para que derogue la tropelía de la ‘ley trans’”.

El mensaje de Núñez Feijóo ha cristalizado socialmente: “Hay que derogar el sanchismo”. El antisanchismo es ya un fenómeno político de primera magnitud. Pero en ese antisanchismo existe un considerable porcentaje de rechazo hacia las políticas de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Lo podríamos denominar “antiirenismo”. El antisanchismo ha cuajado en sectores conservadores, sobre todo entre los votantes del PP y Vox. Pero el “antiirenismo” se extiende también entre progresistas y feministas. La Ley de Libertad Sexual estaba llena de buenas intenciones pero resultó un fiasco de primer orden, con más de mil violadores o maltratadores que han visto ya reducidas sus penas de cárcel o han salido de prisión al aplicárseles las reducciones contempladas en esa ley, circunstancia que causó desde el pasado noviembre una creciente alarma social, y posteriormente una sensación de desagradable sorpresa al comprobar el absurdo empeño de Irene Montero e Iona Belarra en mantener viva la ley, cuya reforma en las Cortes tuvo que impulsar el PSOE con el apoyo del PP.

Los errores políticos de tal magnitud se pagan muy caros. El escritor Juan Manuel de Prada manifestó recientemente en una tertulia radiofónica que Podemos “aportó luz” a la política española, pero ahora se ha convertido en un “bidón tóxico”. El feminismo ha tenido destacados referentes entre los socialistas. Como la ex ministra Carmen Calvo. Y también en cada provincia. Caso, por ejemplo, de la socialista Gabriela de la Fuente en Huelva. Así desde finales de los 70. Tarea urgente del PSOE, pues, aunque sea un trayecto sembrado de complicaciones por errores propios, consiste en recuperar la confianza de las mujeres. Porque el feminismo es la ideología del siglo XXI: se trata del impulso más transformador que ha visto la sociedad en los últimos años. Halló la cima en las multitudinarias manifestaciones en todo el mundo, pero sobre todo en España, del 8 de marzo de 2017. Desde ese momento, el feminismo ha tenido enemigos poderosos e invisibles. Eso entraba dentro de la lógica. Lo extraño ha sido que sean feministas las que han herido, a través de la división y el desacuerdo, al feminismo. Pedro Sánchez, dicen, afrontará la campaña electoral del 23-J desde una idea matriz: La mejor España frente a la peor derecha. Aunque el presidente aún no se ha expresado con contundencia respecto a las futuras políticas de Igualdad. Veremos.

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