La bella realidad de una Feria única

Cuanto más nos sentíamos orgullosos de dónde vivimos, mejor aprovecharemos las oportunidades que se nos presenten >> Cuanto más exhibamos nuestro tesoros ocultos, mejor se contemplará y disfrutará la excepcionalidad de esta bonita tierra

20 mar 2016 / 10:20 H.

Han pasado tres años desde que se puso en marcha y esa feliz iniciativa que no acababa de arrancar nunca, ya es una realidad contrastada y señera para nuestro orgullo patrio. La Feria de los Pueblos, que pone en marcha la Diputación Provincial de Jaén, es un aldabonazo de autoestima a esta tierra que se distingue por sus tesoros, que atesora un interior como pocos lugares en España. Nos unen unas señas de identidad caprichosamente mágicas en un entorno que no deja indiferente a ningún viajero, nos distinguen unos monumentos a la vista que son algo más que un reclamo turístico. No nos cansaremos nunca, así pasen los años y nos acompañen las lunas, en proclamar la belleza inigualable de Jaén y sus pueblos y ciudades, con una hospitalidad como marchamo de tierra cuajada de olivos centenarios y preñada de luz eterna.

Tantos años de profesión, tantos viajes maravillosos en busca de la noticia, a la caza del reportaje y en permanente encuentro con protagonistas excepcionalmente sencillos y por ello tan extraordinarios, le llevan a uno a la constatación de que es afortunado doble, por vivir donde vivimos, por poder comunicarnos con este plató de la vida jaenera que conformamos maravillosamente entre todos. Jaén se muestra orgullosa y señera en su Feria de los Pueblos, adonde acuden municipios deseosos de gustar, gustosos de estar presentes a la llamada de la Diputación, el Ayuntamiento de los ayuntamientos, al que se quieren cargar quienes nunca vivieron en un pueblo ni saben lo difícil que es para algunos sacar adelante el compromiso de los servicios públicos y hacer valer la dignidad de sus habitantes, con los mismos derechos que quienes vivimos en la gran urbe. Pero ese es otro cantar, crítico cantar contra algunas cosas de la política ‘esaboría” que tan magistralmente definía Carlos Cano, ahora, aquí, en este marzo lluvioso para bien del campo y la próxima cosecha, no nos duelan prendas en decir de dónde somos, cómo son de grandes nuestros tesoros y la grandeza de sus habitantes. Jaén, siempre Jaén, no nos cansemos nunca de proclamarlo.