Juego de Tronos

21 abr 2019 / 11:18 H.

Las procesiones se parecen mucho a la vida. El pueblo, el sufrido pueblo, siempre se lleva la peor parte porque suele estar bajo el trono, descarnando su hombro y pidiendo cosas tan sencillas como salud, trabajo y que el niño termine los estudios y encuentre empleo. Y llora amargamente cuando la inoportuna lluvia impide sacar el trono de su imagen a la calle como ha ocurrido estos días en muchos lugares en los que se ha mezclado la pasión con la vacación, lo religioso con lo profano y en una coincidencia de fechas poco frecuente el otro juego de tronos en el que unos aspiran a disfrutarlos y otros a no perderlos. Esta semana habrán rezado los que nunca rezan; esos que tienen el trono bailando en unos cientos de votos. Hay quienes quieren apear de su trono al rey como ya hicieron con su bisabuelo. Los hay que por ese trono se juntan con lo peor de cada casa. Llegan los que quieren recordar tronos que por fin se quebraron con la llegada de la democracia y por si fuera poco la famosa serie televisiva anuncia que su fin está próximo. Demasiados juegos de tronos, léase ambiciones, para un país en el que sigue habiendo súbditos que en un cuarenta por ciento no saben si quieren acostarse monárquicos y amanecer republicanos.