¡Qué mala es la edad! Cuando se cumplen años, bastantes años, se notan todas las costuras que la mente disimulaba durante la juventud y aún durante la madurez. Cuando parecía que estabas al día, que tomabas el pulso a tu actualidad y sacabas provecho de ella, resulta que era un trampantojo, que esa actualidad era tu cárcel mental y que a pesar de que la actualidad ha cambiado, tú no, aun sigues anclado en aquella. No te has percatado que tú hiciste todo aquello que ahora criticas a los jóvenes de esta generación, que ya no es la tuya. Todo esto se siente cuando oyes las intervenciones públicas de Felipe González y de Alfonso Guerra. Uno los oye y piensa: son unos viejunos. No han evolucionado. Y te quedas esperando que digan: yo cuando era joven con 200 pesetas tomábamos unos tintos en una bodega y pasábamos toda la tarde. Con la vejez te vuelves conservador, intransigente y envidioso; tu ego ha crecido más que tu saber vivir (vive y deja vivir) y por eso andas diciendo tonterías. Envejecer mal es lo peor. No es lo mismo ser viejo (atributo que se paga por vivir) que ser un viejuno (incapaz de reconocer que ahora es otro tiempo, totalmente diferente al tuyo). González y Guerra son unos viejunos. Qué pena.
