Jaque a la reina

28 jul 2020 / 16:32 H.
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Sentenciaba mi amiga Fani: “No vamos a morir del virus, vamos a morir de hambre”. Una linarense que sabe reinventarse ante las crisis personales o colectivas. Le preocupa como pequeña empresaria del turismo. No sé si alguna vez ha viajado a algún país distante a lo que puede ser España. Todo te llama la atención. Criticas lo que ves porque las cosas deberían ser como en tu país. Tratas de demostrarte que tus costumbres son mejores. Te legitima y sientes seguro. Si tratas de actuar como un residente las cosas empiezan a no llamarte la atención y asumes una nueva realidad que haces tuya. Sentimos esta pandemia como si fuéramos turistas con quejas continuas. Seamos residentes. Las opiniones solo tienen valor si son una visión crítica para el cambio. “Y acaso la enfermedad misma sea la condición esencial de lo que llamamos progreso, y el progreso mismo sea una enfermedad”, como afirmaba Unamuno. La pandemia nos ha traído un enfrentamiento generacional. Nos expresamos públicamente desde el victimismo según vemos perjudicados los derechos individuales que compartidos con los iguales. Se buscan culpables, no nuestra responsabilidad. Se culpabiliza a los jóvenes de su ocio después de haberles hecho creer en el consumismo como identidad. Se quejan de que no se les deja espacio para vivir. Las personas de ámbito rural estigmatizan al urbanita. No quieren que este verano vayan al pueblo y se quejan del dinero que perderán con el turismo. Nos falta una ética cívica. Es una responsabilidad pública pese a que hay quien ha presionado para que la ética cívica se eduque en lo privado haciendo creer que es una ética de lo individual en el espacio público, no el reconocimiento de lo común. Es el reflejo de la política de nuestros representantes parlamentarios. Este viaje es sin retorno. Nunca más volveremos a “nuestra España”. No nos priven del derecho a reinventarnos. Europa lo ha entendido. ¿Lo han entendido nuestros representantes políticos? ¿Su fin es hacer nada? Es la crítica vacía, justificar mi escaño. La crisis está en el otro. El frentismo sólo fomenta inacción, desmotiva y genera desilusión colectiva e incertidumbre al no poder hacer planes a futuro. Ansiedad no detectada. Las ideas de cambio se dilapidan frente al odio. No se trata de controlar la nueva normalidad, sino de asumir la nueva realidad que obliga al acuerdo. España es un estado federal incompleto. Cuando no se sabe o puede gestionar una competencia se acusa al centralismo de beneficiar a otras autonomías. La pandemia no requiere coordinación sino unificar criterios y acciones. Tenemos menos de la mitad de rastreadores que se necesitan según indicaciones internacionales y modos distintos de interpretarlas. Se requieren reglas claras, obligaciones y servicios, responsabilidad de todas las autonomías y el gobierno central, interconectados. ¿Hace falta dinero? Sí, para no morir de hambre, sin ideas es tirarlo. Véase nuestra historia de los últimos siglos. Hoy las autonomías se acusan por las medidas adoptadas por Inglaterra. Son una cortina de humo en su política interna. Los analistas y las opiniones concluyen en el sentido contrario. Para entenderlas no nos interesa saber quién sale perjudicado, eso es evidente, sino que intereses turísticos son los beneficiados. En la cultura política inglesa siempre que se mueve el peón es para distraer del movimiento que hará la reina.

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