Jano y urna: dioses de dos caras

    03 abr 2023 / 11:01 H.
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    Dicen que hoy, domingo de Ramos es una puerta, una rendija por la que encontrarnos, más allá de la religiosidad latente o supuesta, con ese yo interior que, en mis tiempos infantiles necesitaba “estrenar” aunque solo fuera un par de calcetines. Sí, hoy se nos acerca la divinidad montada en aquella borriquilla que parecía mirarnos desde su atalaya repleta de palmas a lomos de esforzados costaleros. Y de ese acercamiento, quizá, quién sabe, podemos extraer ricas experiencias personales tal vez solo disfrazadas de jolgorio vacacional, pero con el gusanillo interior dispuesto a asaltar los cielos, nunca mejor dicho. Claro que el universo de esos dioses, la mayoría con minúscula laica, es complejo y enrevesado. Tanto o más que ese interior nuestro que bulle cuando nos acecha la incertidumbre.

    Hablando de dioses y teniendo en cuenta que en el horizonte se nos presentan tiempos de disquisición, de búsqueda —hablo de las próximas elecciones— resulta que hay dos divinidades que, alejadas del boato del día de hoy, rumian en silencio ciertas concomitancias que las hermanan sin que nunca antes se hayan rozado en los etéreos pasillos de un olimpo también con minúscula. ¿Cuáles son? ¿De qué forma se relacionan? El primero es Jano (en latín Janus). En la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Recordemos que por él se llama enero nuestro primer mes. Y ¿cómo representamos siempre a ese Jano? Pues con dos caras. Todo un prodigio de imaginación. Principio y fin, luz y sombra, entrada y salida, bien y ¿regular?... Además, y eso nos lo encuadra todavía mejor, a Jano se le atribuye la invención del dinero. ¡Ay, señor!

    Como quien no quiere la cosa hemos llegado a la otra diosa, sí, es mujer, ¡viva la paridad! Se trata de Urna. No se la conocía en las mitologías clásicas ni tampoco en las umbrías oscuras de la historia mediopensionista. Pero ahí está. La tenemos presente muy a menudo. En realidad, cada cuatro años. Ya quisieran algunas religiones que a sus dioses y diosas se las aclamara con tal periodicidad. ¿Cuál es el nexo de Urna con Jano? Sencillamente las dos caras. La diosa Urna, esta sí que llega la democrática mayúscula, tiene la virtud de ser capaz de despertar en votantes y en políticos sensaciones dispares. En realidad, casi opuestas. Para el votante, es decir para todos los que seguimos la marcha de quienes nos gobiernan con la inquietud del día a día, la Urna representa la opción de poder influir con nuestro voto en los próximos años, de poder elegir a los que merecen la confianza y el empuje que creemos que nos llevará a conseguir lo que necesitamos.

    Para el lado contrario, para el político atrincherado en su poltrona y que sufre pensando en que puede perderla, la diosa Urna representa la opción de una especie de creación artística e imaginativa que sea capaz de embelesar, manipular y engatusar al ciudadano o ciudadana cotidiana. Los gurús que esbozan las propuestas con que rellenar carteles, mítines y folletos varios, incluso virtuales, remueven, como Jano, todos los posibles recovecos que pudiera recorrer el iluso votante y lo hacen en ambos sentidos, en uno y en su contrario para que sea imposible —según ellos— escapar a sus dirigidos argumentarios y electoralistas proclamas. Jano y Urna, pues, se dan la mano. Recordemos de nuevo que, si a Jano se le reconoce la invención del dinero, a Urna se le sabe influenciada —en su cara política— con el uso y manejo de esos fondos monetarios que tantos quebraderos de cabeza dan al votante cuando ve que su voto se ha traspapelado en mitad de bolsas de negro contenido o en bolsillos construidos con obra pública o comisionados en forma de subvenciones selectas.

    A finales de mayo nos enfrentaremos de nuevo a la diosa Urna. Quizá Jano nos esté observando también con una de sus caras. ¿Será la de un nuevo comienzo en el que nos desembaracemos de pesadas losas y florituras engañosas? ¿O la del reinicio y el oprobio del olvido? Jaén, mientras lo veo reflejado en el ojo polícromo de la borriquilla que hoy nos ha visitado, necesita el empujón de los dos dioses, Jano y Urna, y de todos aquellos que se asomen desde su olimpo particular y nos vean casi vegetar en la distancia. El domingo de Ramos merece estrenar algo. Y, ¿qué mejor que una nueva esperanza, un nuevo futuro compartido, una meta a la que acercarse con brío, con esfuerzo, con manos y corazones dispuestos a ganar el porvenir que nunca debió de hurtársenos? Que Jano nos ofrezca su mejor cara de entrada y Urna la de conseguir un sueño. Juntos podremos tocar el cielo de ese Jaén que sabemos posible. Que nadie se quede en el camino.

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