Jaén innova

    19 nov 2024 / 09:12 H.
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    Cuando se habla de innovación, suelen surgir ideas preconcebidas que, aunque populares, son inexactas y, en algunos casos, perjudiciales.

    Si pensamos en la tecnología como único motor de la innovación, caemos en un error común, ya que la tecnología es, sin duda, una herramienta poderosa, pero pensar que es la única fuente de innovación limita enormemente nuestras posibilidades. En Jaén, una tierra rica en tradición agrícola, el cultivo del olivar ha demostrado que innovar no siempre implica robots o algoritmos. La creación de aceites de oliva premium o la incorporación de métodos sostenibles para el riego y la recolección son ejemplos claros de cómo se puede innovar partiendo de prácticas ancestrales. Innovar también es mejorar lo existente, encontrar nuevas formas de hacer las cosas o conectar saberes antiguos con necesidades modernas.

    Otra idea preconcebida que merece ser revisada es la creencia de que las crisis empresariales agudizan el ingenio. Aunque las dificultades pueden forzar soluciones temporales, la verdadera innovación requiere tiempo, recursos y, sobre todo, un espacio para experimentar y equivocarse. Durante años, muchas almazaras en Jaén operaron bajo modelos tradicionales, enfrentándose a desafíos económicos derivados de malas cosechas, fluctuaciones en los precios del aceite de oliva y competencia internacional. Ante estas crisis, las soluciones más comunes se centraron en reducir costes y buscar ayudas externas para garantizar la supervivencia inmediata, dejando de lado inversiones a largo plazo. Sin embargo, aquellas almazaras que decidieron innovar de forma gradual, como implementar sistemas de extracción en frío o apostar por la producción de aceites monovarietales de alta calidad, lograron diferenciarse y añadir valor al producto.

    Este tipo de innovación no fue una respuesta directa a una crisis, sino el resultado de un proceso planificado que incluyó investigación, experimentación y ajustes basados en los errores.

    Innovar es un proceso, no un momento de inspiración. Como decía Picasso, “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. Incluso la innovación más llamativa, que a menudo parece surgir de la nada, es el resultado de un largo proceso de evolución. Cada avance se basa en los logros previos, avanzando paso a paso hacia un nuevo paradigma. En el mundo empresarial, esta evolución puede observarse en el desarrollo de productos, servicios o modelos de negocio que, aunque parezcan revolucionarios, son el fruto de innumerables iteraciones previas.

    En el caso del aceite de oliva, la introducción de nuevos formatos, como las cápsulas monodosis o los envases que preservan mejor las propiedades organolépticas, no surgió de la noche a la mañana. Fue el resultado de años de investigación, pruebas y ajustes.

    Nuestra tierra, enfrentó una crisis de demanda en el turismo rural debido a la pandemia de la covid-19. Muchos negocios del sector se limitaron a reducir sus servicios o congelar actividades para resistir el impacto económico. Sin embargo, algunos empresarios aprovecharon ese tiempo para replantear su oferta, apostando por la diversificación.

    Un caso concreto es el de aquellos alojamientos que integraron experiencias oleoturísticas en su oferta, como visitas a olivares centenarios, talleres de cata de aceites y rutas históricas por los castillos de la zona. Estas iniciativas no surgieron como respuesta inmediata a la crisis, sino como el fruto de un proceso de planificación a largo plazo que incluyó estudios de mercado, formación y colaboraciones con otras empresas locales.

    En conclusión, Jaén tiene el potencial de ser un modelo de innovación más allá de los estereotipos. Si entendemos que innovar no es exclusivo de las tecnologías de vanguardia, ni de momentos de crisis, ni de inspiraciones milagrosas, podremos construir un futuro donde tradición y modernidad se den la mano para crear valor de forma sostenible. La verdadera innovación no es un destino, sino un camino que recorremos paso a paso.



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