Intriga: Agatha Christie

12 feb 2022 / 16:32 H.
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En los libros de Agatha Christie el ser humano aparece descrito con toda su grandeza, debilidad y contradicciones, en medio de un crimen laberíntico que finalmente resolverán en presencia de todos los implicados el detective Hercules Poirot o Miss Marple, pero que ha mantenido aferrado al libro al lector de una manera agradablemente adictiva en medio de una intriga colosal. Agatha Christie (1890-1976) ha vendido un billón de ejemplares, entre otras cosas porque sus novelas describen de manera fabulosa las complejas zonas de luz y sombra del alma del hombre y la mujer. “La dama del crimen”, además, hizo una literatura que conecta, a veces imperceptiblemente, con los clásicos. “Muerte en el Nilo”, por ejemplo, tiene perfiles de tragedia shakesperiana. “La mujer se estremeció. –El amor puede ser una cosa espantosa. –Por eso la mayoría de las grandes historias de amor son tragedias” (responde Poirot). Agatha Christie hizo literatura al escribir, sí, pero rehusó utilizar palabras que aportaran poco o nada a la acción, al argumento esencial del libro. Francisco Umbral sostenía que Proust podía escribir centenares de páginas sobre una taza, con un ritmo lento y brillante, pero que si una taza se nombraba en un libro de Agatha Christie era porque tenía que ver con el asesinato.

“Muerte en el Nilo” es una tragedia, ya está dicho, pero en muchos de sus libros esta autora se permite momentos de humor. Porque hay en ocasiones ironía y un exquisito toque de humor inglés y sutil. Eso la diferencia de Georges Simenon, otro sensacional maestro del suspense y de la descripción de las pasiones humanas, pero que rara vez se permitió salir del sórdido universo de sus historias con un guiño risueño. Las novelas de Agatha Christie tienen economía de palabras, carecen de frases brillantes en sí mismas, pero existe una incesante búsqueda de la brillantez general de la obra. La autora no quiere deslumbrar al lector, sino inocularle el veneno de la intriga hasta crear la adicción. Sus descripciones no brillan a primera vista, pero resultan de una contundencia absoluta. “Simon Doyle yacía apoyado en unos cojines, con un cabestrillo improvisado que sujetaba su pierna. Su rostro apenas tenía color y su semblante era de dolor, aunque la expresión que predominaba era de desconcierto, el desconcierto enfermizo de un niño”, se lee en “Muerte en el Nilo”. O: “Una vieja dama, muy seria y erguida, de una fealdad impresionante, ocupaba una de las mesas pequeñas. Pero la suya era una fealdad no exenta de distinción, que fascinaba más que repelía” (“Asesinato en el Orient Express”).

La editorial Planeta acaba de lanzar una colección de novelas de Agatha Christie, que se vende en quioscos, y anuncia la reedición en Austral de “La ratonera”, fascinante obra teatral que se halla entre las más representadas de la historia. Además, el canal televisivo Paramount Network emite diariamente episodios de la serie “Poirot”, protagonizados por un magistral David Suchet. Porque Agatha Christie escribió novelas con diálogos ágiles, que siempre giran en torno a lo significativo, novelas, decíamos, que han sido trasladadas numerosas veces al cine y a las tablas teatrales. Ella fue muy aficionada al teatro. En sus libros aparecen frecuentemente actrices. Hercules Poirot amaba “el método y el orden” en su trabajo. Quizás como la propia escritora. Pero ella terminó odiando dulcemente a Poirot.

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