Inspiración

06 nov 2024 / 08:56 H.
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Cuando el filósofo se abstrae, la inspiración elige su mente para entrar. Ésta procede del Olimpo: el lugar icónico donde se fabrican los sueños, y de una galaxia enana en la que se cuecen a fuego lento las emociones aún no vividas por los humanos. Desde la antigüedad, la inspiración se ha deslizado por los laberintos neuronales del bien y actualmente planta cara al mal e intenta infundir ideas al filósofo que dará la vuelta a una situación geopolítica que se prevé conflictiva. La inspiración la exterioriza de la única forma que se puede uno enfrentar al mal. No se pregunta por qué piensa como piensa, solo actúa como mejor le parece, a veces se llama intuición y otras veces se auto convence de que es una fuerza que por sí sola se opone a las fuerzas del mal que atacan a la educación y sanidad públicas, la cultura y los principios éticos de una sociedad globalizada que no puede entender que vivamos en un mundo con guerras que están provocadas por la misma clase política que adora el dinero y sobre todo el poder absoluto que empieza a calar en la conciencia de una parte de la sociedad estereotipada y sometida a hipnosis colectiva. La inspiración piensa que hay que hacer acopio de cordura, solidaridad e información decisiva para saber si el entorno de gente autoritaria es influyente y lleva las de ganar o más bien, es el bien común en solitario, el que puede hacérselo pensar mejor a ese grupo social o club elitista que ve al planeta Tierra como una unidad territorial donde no caben sino ellos y su selecto grupo de gregarios. Los gobiernos ultra son enemigos del Estado y amigos de socavar el estado del bienestar: nada de trabajo, nada de ahorro y nada de creatividad, solo recortes y más recortes.

El negacionismo fiscal de muchas empresas, reducir impuestos a los ricos y luchar contra la sobrerregulación no es sino el escenario perfecto para que avance junto a la economía sumergida, la del narcotráfico, la trata de personas, la del tráfico de armas, etcétera. El mundo es algo más complejo que un grupo estereotipado que pretende cargarse el orden establecido e imponer un nuevo orden mundial mediatizado por guerras expansionistas y amenazas nucleares que deseo que esperen a otro siglo para cumplir las megalomanías redivivas. Espero que la inspiración sea capaz por sí sola de darle la vuelta a la tortilla del disparate, de las coartadas belicistas y de la estulticia, porque todo el batiburrillo oligarca causaría un daño irreparable. No obstante, la inspiración vigila de cerca a una generación de déspotas que lo infectan todo mientras repiten: “Ojo conmigo que puedo sembrar el caos”. Para que no queden impunes, tendremos que actuar en defensa de una supervivencia activa que ha de ser el mejor muro de contención contra las sombrías expectativas. Controlar ocho mil millones de personas no es tan simple como sobornar a voluntades degeneradas del mundo empresarial, religioso o político. El devenir del ser humano nunca será suyo sino de millones de gargantas gritando: ¡Basta ya, dejadnos vivir en paz! ¡Vuestro problema es vuestra retórica mesiánica y absolutista! Dejad en paz las democracias que son la única alternativa que favorece la verdad y la prosperidad sobre la superficie del planeta y no vuestra aldea global de extrema riqueza y sórdida pobreza. Aún hay gente que se siente libre y vive más allá de cualquier descripción irracional e impenetrable.



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