Inocentes

20 ago 2020 / 18:07 H.
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La presunción de inocencia es un derecho de formulación constitucional que implica que toda persona contra la que sea dirigido un proceso –imputado, procesado o acusado – debe ser tenida como inocente a todos los efectos hasta tanto no sea declarada su culpabilidad en sentencia judicial firme”. Es lo que tiene Estado de Derecho que nos hemos dado, para garantizar que no haya linchamientos ni cuestiones similares, despreciables en un sistema democrático. Dicho esto para que no quede ninguna duda al respecto en lo concerniente a la opinión de la que escribe, he de manifestar mi perplejidad, tristeza y sonrojo con las actitudes que está mostrando el rey emérito Don Juan Carlos I, y preocupada también con la actitud y reserva de la Casa Real que quiere hacer del abandono temporal de España por el emérito, una cuestión de derecho personal como si de un ciudadano corriente y moliente se tratase. No es un asunto personal. No es un asunto de derecho personal, es un asunto de Estado que está dañando a la institución monárquica y por ende a nuestro modelo. Es muy grave. Don Juan Carlos para servir a España en estos momentos, (uno de los más graves e inciertos de nuestra historia), tendría que haber hecho un comunicado de viva voz al pueblo español diciendo escuetamente: “Abandono temporalmente el Palacio de la Zarzuela y me quedo en España, a disposición judicial”, y después batallar para demostrar su honorabilidad e inocencia... Eso también está en cuestión. Un exmonarca que aún conserva la prerrogativa de mantener el título de rey, no puede despachar esto como un error personal. Nadie en este país está haciendo más daño a la Monarquía, que el propio monarca. Por abundar en la importancia de su reinado (que no todos conocen) aunque parezca mentira, hay que señalar que el rey fue vital para transitar desde la dictadura a la democracia (no en vano se le ha llamado el piloto del cambio democrático en España), renunció a sus prerrogativas como jefe de estado y por tanto a tener auténtico poder, y en varias ocasiones su actuación fue decisiva para consolidar la naciente democracia. Así lo demostró la noche del 23-F en la que la mayoría de los españoles nos hicimos “Juancarlistas”, y también algún que otro republicano, que de todo hay. Ha sido durante décadas nuestro mejor embajador y nos ha reportado parabienes que hemos agradecido, aunque ello haya sido como fruto de su trabajo al que está obligado. Todos, exceptuando a la derechona española que lo despreciaban y veían en él a un traidor (motivo del golpe fallido del 23-F), ha sido un rey querido y respetado, cercano, del que se contaban algunas que otras historietas de las que nadie está libre. Hemos presumido fundamentalmente de rey, más que de Familia Real. El abordaje de los escándalos económicos y financieros de la familia ha hecho daño, eso es una realidad. Hay quienes están empeñados en vociferar y hacer creer que la izquierda republicana se quiere cargar la monarquía para atrapar votos deformando la realidad. No, al igual que la dictadura terminó por su anacronismo en una Europa democrática, la Monarquía está en peligro porque la familia no ha sido todo lo honorable que requiere nuestra democracia parlamentaria. El modelo de Estado en su día lo decidimos los españoles, y el modelo de Estado hoy en día lo seguimos apoyando los mismos. Entretanto también está ahí el movimiento republicano, y su modelo de Estado es tan válido como el que tenemos ahora. En un estado democrático cabe tanto un modelo como otro sin ningún tipo de temor. La democracia es lo único que no es reemplazable. A 18 de agosto, según comunicado de la Casa Real, el emérito se encuentra en los Emiratos Árabes Unidos, despejada la incógnita, solo decir que a algunos nos hubiese gustado que se hubiese afincado en Sanxenxo.

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