Ingratitud
La gratitud sale del corazón y ni siquiera necesita de palabras. Hay corazones muy ingratos que viven bajo una sombra de intereses. Nublados por una “alexitimia” atemporal, se disponen a impregnar todo de impotencia y frustración. Personas que ni saben perdonar ni perdonan y que se alimentan de rencor, ira y rabia, infundadas en muchos de los casos. Se quedan a vivir en el odio, anclados en un momento de sus vidas donde las cosas no eran como querían, olvidando todo lo demás. Aceptar los cambios de la vida, es un signo de madurez. Asumir que todo cambio es necesario y que, muchas veces, es por nuestro bien. Todo está en el perdón. Quien no está dispuesto a perdonar es un cobarde, ya que esa acción nos libera además del dolor. El odio de los que no perdonan nos persigue toda la vida. Personas resentidas que traen a su memoria, una y otra vez, alguna ofensa del pasado. El ego y el orgullo alimentan su actitud resentida y los aliados familiares hacen crecer su resentimiento. Hay bastantes víctimas de esos resentimientos, y no es tarea sencilla vivir recibiendo tanta ingratitud. Mucho ánimo a ese padre, a esa abuela, etcétera, que son juzgados de manera injusta, cuando lo terrible es vivir bajo la sombra de la ingratitud.