Ingenioso hidalgo don Sancho

08 jul 2021 / 11:37 H.
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Es de sobra conocida la sentencia de Ortega y Gasset respecto a la importancia de la fiesta de los toros como elemento atinado para explicar el pasado, y —por la misma razón— el presente y el futuro de los españoles. Según él, no sería posible conocer bien la historia de España sin conocer la historia de los toros. Eso es lo que decía el filósofo y lo que seguimos pensando otros sin serlo. Osea, que ambas cosas van de la mano. Pero hay que tener cuidado, porque tanto en un caso como en el otro, podría llevar a confusión analizar la historia separadamente, osea, a través de períodos elegidos de manera interesada y selectiva. Al fin y al cabo la historia, en uno y otro caso, lo es precisamente por su noción de continuidad. España ni es un mosaico ni está hecha a plazos, y no entenderemos el toreo de José Tomás o de Ponce sin saber de Belmonte, ni el de Belmonte sin conocer a Joselito, ni el de este sin saber del Guerra o de Lagartijo. Eso se complementa con la interpretación personal que cada uno de nosotros elaboramos sobre la historia, en la que tiene mucho que ver lo que escuchamos directamente de los protagonistas. En ese aspecto es de destacar, por ejemplo, lo que a los de mi generación nos contaban nuestros padres sobre una batalla en el frente de Iznalloz o una faena de Manolete en Linares. Ese tipo de relatos, detallados, reales, localizados, humanos, con nombre y apellidos, que te ofrecen la intrahistoria y el día a día de épocas oscuras y oscurecidas, a veces aparecen espontáneamente y vienen a refrescar y ennoblecer la memoria. Es el caso del libro que cayó en mis manos hace un par de meses y que esta tarde, por iniciativa del Círculo Taurino, presenta el autor junto al maestro Curro Díaz en la plaza de toros de Jaén. “Mi vida inventada” es un invento autobiográfico, escrito casi de corrido, con la sencillez, la naturalidad y la trasparente sinceridad de quien a estas alturas de la vida no se preocupa por correctismos políticos o literarios. Ya lo decía también el filósofo: los toros, como las demás artes, acabarán muriendo a causa del estilismo. Hacía tiempo que no leía algo tan entrañable. “Mi vida inventada”, del ingenioso hidalgo don Sancho, ofrece una visión real de los anhelos y las inquietudes de un personaje tremendamente singular: Él mismo. Noble de cuna y de trato, versátil y polifacético, ingeniero agrónomo, ejecutivo, comentarista taurino, ganadero, y lo que es más importante, —que bien claro que lo deja en el libro— torero. Porque al final, el toro bravo, todo lo que gira en torno a ese animal sagrado, dios del mediterráneo desde hace milenios, acabó convirtiéndose en la razón vital de Don Sancho, que en algo más de 170 páginas nos ofrece de primera mano y a las claras, sus querencias, sus tragedias, sus propuestas, sus dudas, sus creencias y sus interesantes experiencias. Escribe seguido, como le viene, para hablar sin complejos y con naturalidad de la historia familiar, de aspectos desconocidos de la política que tan cerca tuvo, de la formidable figura del padre o del tránsito temprano del hijo. Y de toros, claro. Un libro escrito desde la sencillez del aristócrata que prefirió bajar del caballo para torear y vivir a pie. Más allá de lo que cada uno opine de política, de toros, de fútbol o de gallos, la lectura de esta memoria resultará edificante y entretenida.

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