Ingeniería social

    10 mar 2023 / 16:00 H.
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    Vivimos en una época en la que la información y la comunicación se confunden con demasiada frecuencia. Muchos periodistas creen todavía que son ellos los únicos que producen información cuando no queda prácticamente ninguna institución económica, militar, política, etcétera, que no haga eso mismo, fabricar información. Podemos decir que hoy con las nuevas tecnologías casi toda la sociedad se ha puesto a fabricar también información. En nuestras democracias todo el sistema se ha articulado para manipular con demasiada frecuencia a los medios de comunicación y, sobre todo, para evitar de forma astuta e inteligente su curiosidad. A todo esto le podemos añadir una confusión fundamental cuando nos sentamos cómodamente en nuestro sofá y miramos nuestro televisor o tablet o móvil y creemos de verdad estar informados de forma seria con esa impresionante catarata de sucesos mostrados a base de imágenes violentas, tremendas y espectaculares. Cometemos un fallo enorme por muchos motivos. Eso que llaman informativos está construido como una ficción y no está elaborado para informar, sino para entretener; yo incluso añadiría que para despistar. También hay que tener en cuenta que esa cascada de noticias cortas y fragmentadas produce dos efectos claramente negativos como son la desinformación y la sobreinformación. Y no olvidemos algo fundamental, jamás vamos a poder informarnos sin esfuerzo, sin dedicar un trabajoso tiempo a esa tarea. Pensar que se puede estar informado sin ese esfuerzo es vivir una ilusión. Informarse es cansado y el precio que se paga por este gasto de energía es participar inteligentemente en la vida democrática. Algo que no gusta demasiado a los grandes poderes económicos y mediáticos que intentan controlar también el poder político. La ilusión de sentirse informado sin ese empeño y afán es vivir fuera de la razón, en el mito de la publicidad más que en la responsabilidad y la movilización cívica.

    Me asusta ver que entre los programas con más violencia de las televisiones están los telediarios y suele ocurrir que se ven en familia. Crímenes, barbaridades de las guerras, atrocidades, sufrimiento de niños, epidemias,
    catástrofes naturales, etc. Toda una serie
    rápida y concisa de tragedias ordinarias presentadas con una crudeza y un realismo impresionantes. No solo para los adultos, sino también para los niños que ya van interiorizando con la crudeza intrínseca de esas imágenes que eso es real, que es verdad y que
    no es ficción. Se les impresiona y se les perturba con tantos horrores para que vayan habituándose a la violencia, para que la banalicen y más tarde sean insensibles al sufrimiento de los demás.

    Volviendo a la publicidad y la razón parece imposible que alguna vez anduvieran cerca una de la otra. La pregunta de si un publicista dice la verdad o no ya ni lo planteamos. El pensar que se pudieran encontrar algunas proposiciones de lógica es tan raro que suena casi a chiste. Un anuncio te puede gustar o no, pero no se puede refutar. Con los medios más sutiles y con profesionales psicólogos, estadísticos, psiquiatras, sociólogos, semióticos, lingüistas, etc. la publicidad trata de influir en nuestros actos. A esta técnica de domesticación de nuestras mentes se le añaden el marketing y los sondeos para completar el círculo. Pero, a pesar de que lo propio de la ideología dominante es ser invisible, siempre hay personas que se rebelan, que caen en la cuenta.

    La publicidad y las técnicas de venta sirven también de modelo, sobre todo en el periodo electoral, al discurso político. Llegado el momento de elegir a los dirigentes de una democracia el marketing político es muy importante a la hora de influir en el ciudadano. Los teóricos neoliberales hablan del círculo de la razón, fuera de ese redil está la anormalidad, la desviación y los marginados. Los sondeos estudian nuestra conducta, costumbres y actitudes para diseñar sutilmente al elector y consumidor medio. Así se define la opinión pública como reflejo de la opinión de masas y la publicidad. En su conjunto será la norma social, la uniformidad y el consenso.

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